Antonio Gil-Terrón Puchades
He llegado a esa edad en que llega un día que comienzas a desandar el camino andado, a la búsqueda de aquella inocencia temprana que el Mundo, zarpazo a zarpazo, poco a poco te robó.
Y te pones en camino, mas todo lo que encuentras son unas viejas alas rotas; aquellas con las que un día, en los albores de la adolescencia, aprendiste a volar.
Y recoges con delicadeza del suelo el único testimonio que te queda de aquellos inexpertos años de inocente locura; del primer beso y el primer adiós. De aquellos tiempos sin tiempo, plagados de caídas y golpes, en un continuo levantarse y volver a empezar.
Y mirando al lejano cielo, rompes a llorar, como si el grito de dolor que ahora se ahoga en tu pecho, fuera suficiente para las alas arreglar.
Y es entonces es cuando te preguntas para qué quieres alas, si ya hace mucho tiempo que olvidaste volar…
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