Opinión

Hastío

Jose Segura / FILOSOFÍA IMPURA

Hoy me he despertado con dolor de muelas. No demasiado, pero sí lo suficiente para que me preocupe por ello. Y, sobre todo, para que me encuentre fastidiado, con un cierto nivel de cabreo y hastiado, muy hastiado.

Ni siquiera me he levantado a mi hora acostumbrada, que por cierto no es demasiado pronto, sino bien entrada la mañana. Pero hoy, aún he remoloneado más. Aunque con motivos. Mi acompañante inseparable en la cama, el pinganillo de la radio, no hacía sino soltar tonterías de verano, tertulias políticas aburridas y machaconas incluidas. Parezco Rajoy y eso es lo que más me jode.

La verdad es que me he levantado porque tenía que escribir. Una obligación que yo mismo me impuse cuando pasé a la mejor vida del jubileo, pero que en ocasiones me tortura cuando mi abusada meninge se niega a proveerme de alguna idea que valga la pena. Ni siquiera la luna llena, esa loca otras veces tan espitosa con mi ánimo, puede hoy combatir mi nada. Como el ninguneo propio de todas esas personas que han perdido la autoestima, al sentir que su trayectoria de vida les ha llevado indefectiblemente a la derrota. Vergüenza debería darme la comparación con la gente que sufre realmente.

Me toco por fuera la mejilla y debajo de la mandíbula en busca de algún punto de molestia, reflejo de mi dolor de muelas, que no está uno para hurgarse con el dedo y adivinar al tacto si hay flemón o no. Y sí, encuentro al presionar esas partes de mi cara dura algún puntillo de dolor. Me alegro, pues no me gustaría ser uno de esos cabrones insensibles, que con rostro granítico resultan despiadados con los demás ciudadanos gobernados bajo instrucciones de abandono.

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Incluso me he ido al espejo del lavabo, a ver si encontraba algo con la vista. Pero mi boca no se ha iluminado suficientemente. Parecía un pozo oscuro del que solo se adivinan algunos reflejos según me diera la luz. Pero no adivino a ver tumefacción alguna. Si en vez de dolerme las muelas, fuera la barriga, diría que es un pedo que pugna por salir, violento y escandaloso. Pero no, son las muelas. Esas que sirven para mascar y, en ocasiones, para apretarlas y mascullar un me cago en tus muertos, a la vez reprimido y cobarde.

Y así, harto, medio dormido todavía, y en medio de unas pajas mentales que de momento no han necesitado de nolotil alguno, me acuerdo de Shopenhauer y de que la lucha por erradicar el dolor del mundo no es sino algo fútil e imposible.

Me viene bien Shopenhauer para mi comentario de filosofía impura, en un día el que me duelen los piños y en el que me tragaría de nuevo “la vida breve” de Manuel de Falla. Decía Shopenhauer que los esfuerzos incesantes para desterrar el dolor no consiguen otra cosa que variar su figura. Y aunque se consiguiese alejarlo, difícil sería que no volviese en cualquiera de las otras formas para empezar otra vez su ronda, pues entre el dolor y aburrimiento se pasa la vida. (Mi agradecimiento a la bloguera Aquileana, de cuya bitácora he extraído hoy mis necesarias notas)

Pues mira por dónde, escribir hoy con mi vergonzante dolor –porque no es para tanto- me ha producido algo así como un cierto efecto analgésico. Igual mi dolor de muelas no era sino una excusa para pasar de todo y regodearme en mi hastío. Egoísta, que soy un egoísta.

Twitter @jsegurasuarez

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