ENRIQUE ARIAS VEGA / A CONTRACORRIENTE16. 01. 24
En el último acuerdo entre el PSOE y Junts, justo en el toque de bocina metafórico del Congreso de Diputados, se estableció la cesión a los separatistas catalanes de la “política integral” de migración. Lo que para unos es un traspaso total de las competencias migratorias, para los otros es una mera trasferencia de aspectos administrativos en el flujo de personas.
Se trata, como se ve, en saber quién es más pillo de los dos socios, en unas negociaciones en las que los secesionistas siempre han llevado las de ganar. Y lo han hecho, entre otras razones, porque siempre han querido poner negro sobre blanco cada acuerdo. No en vano es conocida la capacidad de desdecirse de Pedro Sánchez, como para que Puigdemont, otro que tal, le dé la más mínima oportunidad para que le tome el pelo.
Decíamos que hasta ahora. paso a paso, aunque algunos sean pasos de gigante, los independentistas han llevado las de ganar. Ahí está, si no, la desaparición del delito de sedición, la modificación de la malversación de fondos públicos y la ley de amnistía, en la cual ambos trileros intentarán que les beneficien los flecos de la ley, como si no hubiese ya más que un único ganador, que son los soberanistas que han visto borrados sus delitos.
En esa carrera de ir firmando un acuerdo tras otro, se trata de ver si hay suficientes cesiones del Gobierno central de aquí al final de la legislatura para que Sánchez siga al frente del Ejecutivo con los votos de Junts. Haberlas, haylas, porque el secesionismo no se quedará satisfecho hasta la independencia de iure, aunque de facto la consiga mucho antes que en el referéndum de autodeterminación.
En este camino inexorable hacia la independencia, nadie es inocente, ni el Secretario General del PSOE, con las sucesivas cesiones de soberanía nacional, ni Puigdemont, amagando siempre con retirar el apoyo a Pedro Sánchez, pues eso es lo que hacen los chantajistas y lo que pone en valor su capacidad de extorsión. Así que veremos durante los próximos meses, un río de concesiones, por un lado, y una oleada de amenazas, por otro, entre los dos pillos que, por desgracia, tienen en sus manos el devenir nacional.
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