VICENTE TORRES
12. 01. 24
Se lo he leído a Juan Abreu, y se lo podría haber inventado, pero me lo creo que se trate de una conversación real, porque abundan los que en lugar de ideas tienen coartadas y van a piñón fijo.
La conversación fue así: tras un asesinato de la ETA, Abreu le comentó al socialista que ojalá la víctima hubiera ido armada y le hubiera disparado al asesino antes de que este pudiera llevar a cabo sus propósitos. Y entonces fue cuando surgió la respuesta boba.
A partir de ahí, Abreu hace un discurso en defensa del sentimiento del odio, que no comparto. Si me hubiera dejado llevar por él cuando la tentación de hacerlo era tan grande la vida me habría resultado insoportable a partir de ese momento.
El odio perjudica a quien lo siente. Si yo odiara a todas esas personas que hicieron méritos para ello, eso significaría que los habría dejado entrar en mi vida. Y no, mi vida es mía y no me conviene dedicar tiempo a pensar en esa gente. Cuando lo he de hacer para analizar o escribir algo, no me resulta agradable. El olvido es un gran mecanismo de defensa. No conviene recrearse en lo malo.
¿Y qué les deseo yo a todos esos que hicieron lo posible para complicarme la vida, con la intención de que pensara en suicidarme? Pues a los que siguen vivos, que se conviertan en buenas personas y a los que ya murieron, pues nada, porque al igual que Sócrates, desconozco todo sobre al más allá.
Ahora bien, hacer pactos con los terroristas, mientras lo siguen siendo y no han hecho nada para reparar el daño causado, es una actitud perversa, propia de gente degenerada. Los degenerados no se dan cuenta de que lo son, pero si tienen capacidad de hacerlo es porque hay una masa que los sostiene, y esa masa es, inevitablemente, igual de degenerada.
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