A CONTRACORRIENTE Opinión

Lo peor para la democracia española

Yolanda Díaz y Carlos Puigdemont en el Parlamento Europeo/EE
Yolanda Díaz y Carlos Puigdemont en el Parlamento Europeo/EE

ENRIQUE ARIAS VEGA

06. 09. 23

Llevamos unos días en que la democracia española está por los suelos. El primer síntoma y más peligroso es que un miembro del Gobierno pida audiencia a un prófugo de la justicia durante seis años. La escenografía ha acompañado, además, a ese encuentro entre Yolanda Díaz y Carles Puigdemont: celebrado en las instalaciones de la Unión Europea, con gestos de amigable complicidad de ambos protagonistas y sendos comunicados verbales, como si de encuentro de alto nivel se tratase.

No hay que olvidar, sin embargo, que se trata de un cara a cara entre un delincuente y una representante gubernamental, por lo que la visita, si encumbra al primero, deja al Gabinete español a la altura del betún. Eso, sin tener en cuenta las responsabilidades administrativas y hasta penales de la Vicepresidenta del Gobierno por su compadreo con un fugado de la justicia contra el que existe una orden de detención.

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Mal está, pues, la democracia española y peor aún si la conversación entre los interlocutores duró tres interminables horas hablando de temas que conculcan directamente la Constitución, el Código Penal y otras cuantas leyes.

Nada sorprendente, por otra parte, que Puigdemont se enrocase en sus conocidas peticiones de amnistía general por algo que admiten que lo volverían a hacer, reconocimiento benévolo y explícito del independentismo catalán y la aceptación de un referéndum de autodeterminación, al margen de las leyes vigentes.

Son, éstas, peticiones de máximos, aunque el referéndum quede en una vaga y oscura posposición y no se sabe si con ellas el separatismo radical cree que convencerá al Gobierno de Sánchez de que apoyará su investidura o lo que busca directamente es una negativa o un florilegio del sanchismo y así tener que repetir las elecciones. Porque, no lo olvidemos, Puigdemont y toda la fauna que le rodea son enemigos declarados de España, un Estado para ellos represivo y violento que intentan romper. Por eso, por mucho que hablen unos y otros, Puigdemont acabará haciendo lo que él crea que más perjudique a la democracia española, ya sea manteniendo a Sánchez al frente de ella o ya sea celebrando unas nuevas elecciones.

 

 

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