ENRIQUE ARIAS VEGA /A CONTRACORRIENTE
02. 05. 23
En la cena con los corresponsales en Washington predomina el buen humor y la ironía. Por eso, el presentador de la gala empleó un amable sarcasmo al aludir que en Francia la gente no quiere trabajar más allá de los 62 años, mientras que allí un hombre de 80, Joe Biden, estaba pidiendo que le renovaran su puesto de trabajo.
Se trata de una ironía, ciertamente, y no porque los principales líderes políticos del mundo sean jóvenes —Xi Jinping tiene 69 años y Vladimir Putin, 70— sino porque el presidente norteamericano ha llegado a la edad que tiene con síntomas de cierta debilidad física —sus continuos tropezones— y mental, con lapsus aun no del todo inquietantes.
Lo cierto es que, si repitiese en el empleo, Biden lo dejaría con cerca de 86 años y en un estado de forma que sería cualquier cosa menos óptimo. De salir elegido con el ticket actual, es decir, Kamala Harris, eso no inspiraría más confianza, ya que la vicepresidenta actual ha decepcionado hasta a sus propios seguidores, con lo que su eventual suplencia de Biden a lo largo de su segundo mandato reflejaría a los ciudadanos más sombras que luces.
No pintan mejor las cosas en el Partido Republicado, donde Donald Trump, a punto de cumplir los 77 años, ha eclipsado a todos sus presuntos rivales políticos, mucho más jóvenes que él.
Así que nos podríamos encontrar en las próximas elecciones presidenciales norteamericanas una lucha entre dos octogenarios, sin ninguna garantía de su idoneidad para el puesto. Eso revela una parálisis en la vida política estadounidense, enquistada en personajes caricatura de sí mismos que evidencian la polarización política de un país escorado hacia sus extremos y sin ansias de renovación. Así, pues, la contienda entre dos vejestorios no es un problema de edad, sino de falta de savia política nueva. Y criticar ese posible enfrentamiento no supone un menosprecio a la gente mayor, sino la evidencia de un país anquilosado en sus errores que prefiere eternizarlos en vez de ponerles solución.
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