«¿Qué es lo que quiero? Conocer la naturaleza y seguirla.« Epicteto – Enquiridión, 108 d. C.
Valencia, lunes 21. 03. 22
JAVIER CARAVACA
¿Conoces la metáfora del pecho como habitación?
Verás, hoy el sol pasará por el primer punto de Aries. De manera curiosa, está ubicado en la constelación de Piscis, pero no te preocupes. A ese momento lo llamamos equinoccio de primavera, que viene del latín aequus nocte, esto es, que hoy el día será igual que la noche, y mañana ya no. Para muchos, el año, el ciclo, la vida, empiezan aquí. No en vano, Aries es el primer signo del zodiaco, masculino, positivo y de fuego. Ahí está el carnero para recordarlo, con sus imponentes cuernos. Como ya te dije, los cuernos son símbolo de fecundidad. Deméter, Dioniso, la cornucopia… ya sabes. Pues eso, principio creador. Aries se rige por el planeta Marte, en relación con el dios romano de la guerra, heredero a su vez del griego Ares. Por algo será, pues representa la violencia y el horror de la batalla, la brutalidad masculina, la virilidad, pero también la pasión, la sexualidad y la belleza de la fuerza. No olvides que fue Zeus quien puso al carnero en el cielo cuando fue sacrificado en honor de Ares, después de rescatar a Frixo y Hele en el mito de los argonautas. No debe ser casual, porque esa historia versa sobre semillas de trigo que no podían germinar, y sobre el carnero salvador. Como decía, el primer punto de Aries, principio fecundador, masculino, de fuego.
Empieza la primavera y las gramíneas pintan con un manto de oro toda la tierra. Puedes caminar sin zapatos por el campo y tejer, como las abejas en las flores, unos calcetines de polen amarillo. El trigo es una gramínea también, todos los cereales lo son, fuente nutricia de la humanidad. Nunca pasó el hecho desapercibido, pues toman el nombre de la diosa Ceres, imagen de Deméter, madre de la agricultura y la naturaleza, del ciclo necesario de la vida y la muerte. Así hemos construido los hombres tantos y tantos mitos alrededor del primer punto de Aries, dando muerte y resurrección a los dioses y a sus hijos, sacrificando bestias viriles y cornudas, jugando a perder a seres hermosos en la oscuridad del inframundo para rescatarlos después. Y para qué, pues para representar como un pintor el mundo que nos rodea, en medio de ese inescrutable destino que no entendemos, siquiera para que de una forma homeopática pueda ser benévolo con nosotros. Porque si algún día dejara de ser de esa manera, si algún día, después de la muerte invernal, no viniera la primavera vivificadora, la rueda se habría detenido. Y ese círculo de fuego que nos ilumina, dándole nombre a todo, estaría apagado para siempre.
Pero no, hoy no es ese día. Hoy empiezan las flores a maquillarse y a abrir las piernas, con el anhelo de que una mariposa les hunda la espiritrompa. Se ponen vestidos llamativos para destacar entre la muchedumbre del monte. Hasta el colibrí sucumbe a su belleza y vuela para libarles el néctar de los estambres. No olvides que el néctar era la bebida de los dioses, y no solo de los griegos. Hoy los machos, después de embriagarse con ese vino floral, cortejarán a las hembras batiendo la cola con tanta fuerza que no podrán resistirse, se derretirán con esa canción de amor que solo conocen los colibríes. No son los únicos, casi todos los pájaros hinchan hoy el pecho para parecer más grandes y hermosos, despliegan las mejores galas de su plumaje y encandilan a las pájaras con danzas eróticas. No puede ser de otra manera, porque ellas solo quieren al más fuerte, al que tiene la cola más grande y más bonita y al que canta mejor.
Qué fuego viril se despierta, me pregunto, hoy por todas partes. Parece que la naturaleza entera, con todo su equilibrio de astros en armonía musical, conspira para que el dormido despierte. Así le pasa al dragón que duerme conmigo. Dicen que tiene la sangre fría, pero yo le veo el vientre ardiendo, iluminándose cuando se le tensa la piel con cada respiración. Duerme como un bebé, con las garras apretadas en un puño, esas que en otros tiempos te han abrazado por la espalda con furia y sin hacerte daño. Tiene las alas enroscadas, abrigándose, tan rojas como siempre. Tú las has visto llevarte al cielo, ya las conoces. No parecen tan grandes en invierno, pero hoy se desplegarán con todo su imperio. Ronca cada vez más despacio, noto su aliento de fuego resucitando poco a poco, el mismo que te abrasaba el cuello sin quemarte. Pronto estará de pie, con los cuernos enhiestos y viriles que nada temen, de tan arrogantes. Ya lo veo buscándote, llevándoselo todo por delante, secuestrándote del bullicio de la gente, apretando el rabo alrededor de tus piernas para amarte una vez más, en una cueva, o entre las nubes, donde no haya ruido.
Es tu dragón. Se está despertando en mi habitación. Después de cada muerte, te hecha tanto de menos… Ya verás cuando te mire, con esos ojos profundos y tan negros que brillan igual que tú, cuando el sol pase por el primer punto de Aries.
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