ANTONIO GIL-TERRÓN PUCHADES
17. 03. 22
Los españoles adolecemos de muchos defectos, pero jamás la cobardía ha estado entre ellos, y tal vez sea por esta circunstancia que cuando de temas bélicos hablamos, siempre hayamos confiado más en los cojones que en la tecnología armamentística.
Con los anglosajones ha sucedido al contrario, y tal vez por ello sea que hayan dedicado más tiempo y esfuerzo a la hora de inventar ingenios que les evitasen entrar en la lucha cuerpo a cuerpo, que a echarle huevos al asunto. Aquí cabría recordar las palabras de aquel oficial británico que con dos copas de más, dijo: “A los españoles por mar los quiero ver, porque si los vemos por tierra, que San Jorge nos proteja”.
En este orden de cosas, es tal la urticaria que les produce sentir en sus narices el aliento del enemigo, que ya en la Edad Media inventaron el célebre “Arco largo inglés”, que les permitía matar al contrincante a una distancia de 200 metros.
Muestra de ello lo pudimos ver en la Guerra de las Malvinas, en la que cuando hubo que llegar hasta donde la sofisticada tecnología armamentística no era capaz de llegar; cuando tocó la hora del cuerpo a cuerpo, los británicos enviaron por delante a los mercenarios nepalíes, los «Gurkhas», para que hiciesen lo que -según parece- ellos no se atrevían a hacer: mirar a la muerte, cara a cara, y bailar con ella.
Mercenarios sirios y chechenos
Otro tanto parece que sucede en la actual invasión rusa de Ucrania, cuando vemos que el ejército regular ruso, es experto y ´valiente´ lanzando misiles y cohetes; o disparando a todo lo que se mueva, desde dentro de sus tanques y blindados. Pero que cuando llega el momento del cara a cara, del cuerpo a cuerpo, de la lucha casa por casa, utilizan mercenarios; especialmente, sirios y chechenos, famosos por no hacer prisioneros, ya que creen que ´eso´ de la Convención de Ginebra, no va para ellos.
Blas de Lezo y los 3.000
El año que los ingleses pudieron conquistar Hispanoamérica y cambiar el curso de la Historia, tropezaron con un puñado de españoles que les dieron hasta que se cansaron, haciéndoles salir por piernas. Dentro de esa hazaña protagonizada por la infantería española, destaca la historia épica de tres mil españoles, que armados tan solo con cuchillos y navajas, pararon los pies a un poderoso ejército inglés de 27.000 hombres.
300 espartanos cambiaron el curso de la Historia de Europa, con su numantina resistencia en el paso de las Termópilas, al evitar con su sacrificio la conquista y colonización persa de Europa. El precio fue que ese día, Leónidas y sus 300 espartanos cenaron en el Infierno.
3.000 españoles impidieron un cambio en el curso de la Historia de América, al contener al poderoso ejército inglés en la rampa de acceso a la fortaleza de San Felipe de Barajas, las Termópilas de Hispanoamérica. La única diferencia es que esa noche los que cenaron en el Infierno fueron 1.500 ingleses, mientras los hombres de Blas de Lezo celebraban su victoria brindando con vino español.
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