El calamar, una competición en la que los niños acaban a puñetazos

Netflix edita 'El juego del calamar' después de que una mujer fuera bombardeada con bromas telefónicas./TWITTERNetflix edita 'El juego del calamar' después de que una mujer fuera bombardeada con bromas telefónicas./TWITTER

Ver una serie de esta índole a los 8 años puede, incluso, provocar «un estrés postraumático en el niño» cuya causa sea imperceptible para el padre, pero no su perjuicio.

Domingo, 17.10.21

REDACCIÓN informaValencia.com

‘El juego del calamar’ es el estreno más exitoso en la historia de la plataforma Netflix y, aunque parte de la concepción de pasatiempos infantiles, está recomendado para mayores de 16 años. El calamar cumple hoy un mes desde su debut, está causando furor y no ha tardado en invadir los patios de colegios de todo el mundo, también de este país. El programa cuenta la historia de un juego en el que los concursantes, que están profundamente endeudados, juegan juegos infantiles para ganar un enorme premio en efectivo. La desventaja es que los perdedores morirán.

Benjamín Ballesteros es padre, psicólogo y director de Programas de la Fundación ANAR. Vio la serie junto a su hijo adolescente y opina, como (casi) todos los que ven la cinta surcoreana, que «los contenidos son tan violentos y contienen una agresividad tan explícita que no debiera verse nunca sin tener, al menos, 18 años. Hay sesos desparramados por los suelos…», se lamenta. Asiente Ricardo Pardo, presidente de Adinfa, el primer centro hospitalario de Andalucía especializado en el tratamiento de adolescentes con problemas de conducta, para quien la serie «deseduca» a los jóvenes, que «se pueden ver atrapados en un mundo irreal en el que se banalizan escenas» tremendamente inicuas, advierte.

El exdefensor del Menor en la Comunidad de Madrid, Javier Urra, recuerda, como también hace Mercedes Bermejo, de la junta de gobierno del Colegio de Psicología de Madrid, que «una persona no está cognitivamente desarrollada hasta los 21 años». «Estos contenidos generan una sustancia que resulta como cocaína para el cerebro», enfatiza Bermejo. Ver una serie de esta índole a los 8 años puede, incluso, enfatiza Ballesteros, provocar «un estrés postraumático en el niño» cuya causa sea imperceptible para el padre, pero no su perjuicio.

En contraste, sin embargo, a muchos progenitores cuando les comentan que sus hijos están disputando una competición en la que acaban o dándose puñetazos, o enfangados en una pelea nacida por un juego extremo, lo primero que se les viene a la cabeza es: «Mi hijo no ve eso», reprueba Urra, director de la clínica ambulatoria Recurra-Ginso en Madrid. Y, en paralelo, no ejercen ningún control sobre el dispositivo que los menores tienen en la mano, protestan los expertos.

El calamar se estrenó el pasado 17 de septiembre. En España, la advertencia a los padres se ha trasladado desde ese momento mediante circulares rodadas en escuelas canarias, catalanas y madrileñas, en especial. El juego ha llevado incluso a la Guardia Civil de Albacete a alertar a través de tuits –máscara de los ‘malos’ de la ficción incluida– del contenido «excesivamente agresivo» que están visionando los jóvenes. Y a pedir a los padres que estén atentos porque un adolescente no distingue «qué es ‘sexting’, ‘grooming’ ni una serie nociva para él».

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El actor Lee Jung-jae interpreta a Seong Gi-hun./CNN

El actor Lee Jung-jae interpreta a Seong Gi-hun./CNN

Estas señales de ‘warning’ (peligro) activadas intentan transmitir a los padres lo que los expertos en trastornos de los adolescentes llevan años clamando. Y, abundan ahora, con esta cinta en particular: el buen uso de las tecnologías brilla por su ausencia; porque los niños están confesando haber visto fragmentos de los capítulos sentados en sus casas mientras sus padres visualizaban otra cosa en otra tableta. «La forma de socializar en el hogar también ha cambiado. No solo importa invertir tiempo de calidad. No habrá calidad si no hay tiempo suficiente pasado con ellos», remarca Ballesteros. «Hay que poner un límite desde el afecto y la autoridad. Pero muchas veces los progenitores no hemos sabido estar», termina por aceptar Bermejo.

Nativos digitales

El concepto ‘nativo digital’ nos ha llevado a engaño, asegura Anna Sanmartín, subdirectora del Centro Reina Sofía de la FAD (Fundación de Ayuda contra la Drogadicción), entidad de estudio sociológico de los jóvenes. «No están alfabetizados digitalmente. Tanto en la tele, los videojuegos, los móviles… hay que enseñarles a ejercitar con algo que no harían en la vida real. Están sobreexpuestos a contenidos que la población adulta no controla, pero los padres deben perder el miedo al formato», reseña. «Para los adultos no se trata de controlar, sino de supervisar: sus hijos están en un momento de desorientación, de crisis de identidad donde se sienten muy perdidos –diagnostica la psicóloga Bermejo–. Los adultos muchas veces no damos la información y seguridad adecuadas, y esto les confunde aún más».

Que manejen una herramienta con soltura no significa que tengan madurez para hacerlo y jerarquicen la información que les llega. «No se trata de prohibirles, sino de acompañarles en el uso de aplicaciones adecuadas a su edad (que para redes sociales no debe ser antes de los 14 años)», repite el pedagogo del colegio. «Los niños pasan del reto del ‘no lo irá a hacer’ al hecho, y ahí vienen los daños», insiste Javier Urra.

Menos alarmista resulta la opinión del catedrático de Psicología de la Violencia en la Universidad de Barcelona, Antonio Andrés Pueyo, quien considera que estos contenidos no son siempre tan peligrosos como se expone: «No son blanco o negro», asevera. «Tampoco la serie va a desatar una catástrofe mundial; pero resulta casi imposible evitar que la vean con todas las tecnologías que existen a su disposición». La Universidad ha descubierto con estudios replicados desde los años 70 que«los contenidos violentos tienen efectos negativos en los menores, pero no tan intensos. No les va a convertir en psicópatas», disiente Pueyo.

En un colegio de Madrid centro, fueron alumnos de 4º de Primaria(con 9 años) los que propusieron seguir este juego para escándalo de los adultos, que sabían que esos jóvenes espectadores habían estado expuestos a «escenas sangrientas, actitudes machistas, de contenido sexual, una competición por la supervivencia, el tráfico ilegal de órganos…». ¿Resultado final? «No hay opción a las segundas oportunidades, si fallas, mueres», recuerda el pedagogo en su comunicación.

A tal extremo no se ha llegado, aunque el torneo ya se está desarrollando en la vida real en países como Abu Dabi. Asimismo, en Reino Unido y Bélgica se dio la voz de alarma porque los juegos que inspiraron la serie y que conforman un acervo popularizado en Corea del Sur saltaron la delgada línea que separa lo infantil de palizas, disparos de balines al contrincante y apuestas donde los jóvenes ganan y pierden el dinero que no han aprendido aún a conseguir. «Lo peor –resume el responsable en ANAR– es que se convierte en un juego de rol». Con una competición real por dinero verídico, la lectura relevante que se llevan como trasfondo los chavales es, además, que el ascensor social para salir de la pobreza es una lucha descarnada a vida o muerte.

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