ANTONIO GIL-TERRÓN PUCHADES
13.08.21
A todas aquellas personas que sufren por no saber si realmente son el único gran amor de su pareja, o simplemente su papel ha sido el de “plato de segunda mesa”, o el de “paño caliente sobre herida añeja”, les diría que a las viejas historias de amor, se las mata y entierra con amor fresco y diario, nunca con celos, desconfianza y sospechas.
Salvo aquellos amores que nacieron en la más tierna adolescencia, y que tras muchos años de convivencia han sabido sobrevivir a los envites de la vida en pareja, lo bien cierto es que el resto, en su gran mayoría, tienen que asumir, o presumir, un incierto pasado de la que hoy es su compañero, o compañera.
Aunque hay personas que por soberbia son incapaces de asumir nada, y menos aún la posibilidad de no ser únicas y primeras.
La sempiterna lucha entre el posesivo verbo “querer”, contra el generoso y desprendido verbo “amar”.
El querer pide; el amor entrega.
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