MANUEL HUERTA
03.08.21
Para mí, un deportista de élite es aquel que compite en campeonatos del mundo, continentales o en unos juegos olímpicos. O en una gran competición por temporadas, de forma individual o por equipos, que necesita del entrenamiento casi diario, de una dieta adecuada, de sacrificar a su familia para intentar alcanzar el logro deportivo.
Y lo que podemos estar viendo en estos Juegos Olímpicos de Tokyo 2020 son muchos deportistas de élite, con años de trabajo y esfuerzo detrás que pueden desarrollar gracias a los programas público-privados de ayuda al deporte. Que necesitan de una mentalidad fuerte y competitiva, de una gran dedicación y mucha concentración para alcanzar una marca o un determinado estado de forma.
Y está siendo muy curioso comprobar como son la inmensa mayoría de estos auténticos deportistas, educados y humildes. Porque detrás de tanto esfuerzo, de tantos sacrificios para poder competir a ese nivel, hay personas de carne y hueso, muy educadas y agradecidas por los reconocimientos del público que las sigue, de sus familias y amigos.
Son gente normal, que constesta a todo lo que se le pregunta sin rodeos, de forma directa, que muestran su alegría o su llanto con naturalidad, que son muy felices si alcanzan sus metas, las que sean, y que comparten sus éxitos con sus entrenadores y compañeros de equipo o de entrenamientos. Y que dan las gracias por la entrevista. Siempre.
Y uno echa en falta esa actitud en otro tipo de deportistas, los de la élite económica, los futbolistas. Esos que solo saben decir tópicos, que nunca responden a una pregunta directa con una respuesta directa, que parece que esten perdonando la vida al entrevistador de turno y como consecuencia de ello, al espectador que les observa. Que solo dicen aquello que les ha dicho que diga el responsable de márketing de turno.
Esos que, en lugar de mirar a cámara como los deportistas de verdad, esquivan la mirada, se rascan primero la oreja, luego la nariz o se atusan el pelo para terminar por decir siempre lo mismo, que es nada. Que siempre evitan la respuesta aludiendo a «cosas del club» o «lo llevan mis representantes». Esos que siempre van «partido a partido» porque «hay que seguir trabajando» ya que «esto somos los jugadores los que debemos sacarlo adelante».
Pues podían aprender de las verdaderas estrellas que vemos estos días en los JJ.OO. de Tokyo. Porque todos estos que compiten por las medallas, que las ganan o se quedan a 4 centímetros de ganarlas, o a una boya peor tomada, o a unas milésimas de segundo, a duras penas podrán sacar adelante sus proyectos vitales con lo que hacen después de años de tanto esfuerzo y dedicación y deberán buscarse la vida. No como otros.
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