24 años sin Miguel Ángel Blanco

Un ciudadano levanta una fotografía de Miguel Ángel Blanco en Madrid, en la manifestación contra la banda asesina ETA/INFORMAvALENCIA.COMUn ciudadano levanta una fotografía de Miguel Ángel Blanco en Madrid, en la manifestación contra la banda asesina ETA/INFORMAvALENCIA.COM

Manuel Huerta

13.07.21

Mi esposa y yo nos encontrábamos en Londres, celebrando nuestro aniversario de boda. La espera, desde que conocimos la noticia del secuestro nos hizo abandonar todos nuestros planes en la capital londinense y quedarnos en nuestra habitación del hotel Mayfer pegados al canal internacional de TVE-1. Y apenas 48 horas más tarde no pudimos más que fundirnos en un abrazo entre sollozos. No conocíamos de nada a Miguel Ángel. Fue el llanto de la injusticia, de la rabia. Todavía se me eriza la piel.

Este 13 de julio se cumplen 24 años del asesinato de Miguel Ángel Blanco por parte de los miembros de ETA pertenecientes al ‘Comando Donostia’. Un grupo de alimañas que trataron de poner en jaque al Estado español. Enrabietados por la resolución por parte de la Guardia Civil de otro de sus execrables crímenes, la liberación en Mondragón de un humilde funcionario de prisiones, José Antonio Ortega Lara, reclamaban el acercamiento de los presos vascos a cambio de la vida de Miguel Ángel.

Desde que Blanco fue secuestrado, camino de su trabajo en Ermua, pasaron 48 horas agónicas que mantuvieron en vilo a un país que desde entonces y hasta ahora lleva las manos pintadas de blanco, aunque el gobierno sin rumbo de Sánchez y Marlaska se empeñan día tras día en enjabonar esas manos.

Miguel Ángel Blanco fue asesinado el 13 de julio de 1997. Ocurrió sobre la cuatro de la tarde y recibió dos disparos en la nuca, disparados por los cobardes cagarrutias de esos malnacidos que se autodenominaban gudaris. Javier García Gaztelu, ‘Txapote’, apretó el gatillo. Irantzu Gallastegi Sodupe, ‘Amaia’, su pareja, le interceptó. José Luis Geresta, ‘Oker’, le sujetaba mientras ‘Txapote’ disparaba. Y por último, Ibon Muñoa, que trabajaba con Miguel Ángel, fue el encargado de recopilar la información necesaria para realizar el secuestro. Después de todos estos años, el dolor por la muerte del joven concejal del PP persiste y los autores de aquel crimen jamás mostraron signos de arrepentimiento.

Fue un asesinato que conmovió a la sociedad española y provocó las primeras manifestaciones masivas contra el terrorismo de ETA. Sin embargo, hoy son pocos los que recuerdan qué sucedió o los que simplemente conocen quién era Miguel Ángel Blanco.

No hace tantos años que la vida política, social y empresarial en el País Vasco y en el resto de España estaba bajo la mirilla de los terroristas de ETA. Hasta el 20 de octubre de 2011, fecha en la que la banda criminal anunciara el cese definitivo de su actividad armada, ETA sumó un total de 855 asesinatos. Faltan otros 300 atentados por resolver y juzgar.

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Han sido 42 años de sangrientos atentados contra civiles, niños, políticos, jueces, ertzainas, policías, guardias civiles y militares, servidores inocentes y blancos fáciles de esos cobardes, todo ello traducido hoy en un blanqueamiento institucional brindado a la marca blanca de la banda criminal, EH Bildu, en todas las instituciones y la consideración de Arnaldo Otegui como ‘hombre de paz’, denominado así por el expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero. Ni los herederos de la banda ni Otegui han condenado todavía los asesinatos de ETA.

Aquel año de 1997 fue especialmente trágico. El teniente Coronel del Ejército de Tierra, Jesús Agustín Cuesta Abril; el magistrado del Tribunal Supremo, Rafael Martínez Emperador; el agente de la Policía Nacional, Modesto Rico Pasarín, asesinado por la explosión de una bomba lapa colocada en los bajos de su coche aparcado al lado de un colegio; el inspector de la Policía Nacional, Luis Andrés Samperio; o el concejal del Partido Popular en el Ayuntamiento de Rentería, José Luis Caso, son sólo algunos de los 13 asesinatos que ETA perpetró durante aquel año.

Hoy, cuando se cumplen 24 años de uno de los asesinatos más crueles de esta larga lista de crímenes, la memoria de Miguel Ángel Blanco parece comenzar a desvanecerse en una amnésica sociedad española empeñada en olvidar a sus héroes más recientes. Esa verdadera ‘Memoria Histórica’ que en apenas un puñado de años han conseguido extirpar de nuestro recuerdo.

A pesar del esfuerzo por sumir en la invisibilidad la crudeza de ETA, somos muchos los ciudadanos españoles que recordamos todavía dónde estábamos, qué hacíamos, cómo esperamos impacientes y, muchos, esperanzadamente, el desenlace del secuestro de Miguel Ángel Blanco.

El 10 de julio de 1997 el joven concejal del Partido Popular fue secuestrado por miembros de ETA: Txapote, Amaia y Oker. Para hacer posible la liberación de Miguel Ángel exigieron el acercamiento de los presos de la organización terrorista a las cárceles del País Vasco. Ante la negativa a negociar por parte del Gobierno, la tarde del día 12 fue tiroteado en un descampado y murió en la madrugada del día 13. Realmente la banda terrorista nunca pensó en otro fin que no fuera el de su ejecución. Su derrota tras la operación de la Guardia Civil que acabó con la liberación de Ortega Lara era vengada con este nuevo ataque.

El 30 de junio de 2006, se juzgó a los responsables, Txapote y Nora —Mujika se suicidó dos años después del asesinato—, y se los condenó a 50 años de prisión, por el secuestro y asesinato del concejal.

El asesinato de Miguel Ángel Blanco supuso una importante movilización en contra de ETA. Tras su muerte se acuñó el término Espíritu de Ermua y se creó el 18 de diciembre de 1997 la Fundación Miguel Ángel Blanco.

Con este artículo pretendo aportar mi humilde grano de arena a la memoria de Miguel Ángel Blanco, sus padres, su familia y amigos. Y a que los jóvenes de ahora que no conozcan lo ocurrido y aquellos que no quieran conocerlo, recuerden el dolor que sentimos entonces la inmensa mayoría de españoles y la frase del filósofo, poeta y ensayista español Ruiz de Santayana:  “Quien no conoce su historia está condenado a repetirla”.

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