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Operación Verdi: CONCLUÍDA. Capítulo 8

Enrique Argente Vidal
Enrique Argente Vidal

Uno de los momentos más divertidos de la novela, con «pequeños» recodos para el amor y nuestro agente Paco Puig mostrando su cara de padrazo sin dejar de lado la investigación, en esta ocasión con el mundo de la ópera de por medio

«Como ya creo haber comentado, a la Agencia Europea de Policía pertenecemos en función de ser policías integrados a los cuerpos policiales del espacio Schengen, lo cual facilita y al mismo tiempo dificulta, la rapidez de la acción directa, así en los siguientes días comencé una investigación por los archivos y hemeroteca de la SGAE[1] con el fin de realizar una selección y posterior cribado de compañías de ópera, donde poder seguir una o varias vías de investigación

[1] Sociedad General de Autores y Editores

Regreso a Valencia, con sorpresas

Enrique Argente

¿El vuelo?… pues aburrido como casi siempre. Monótono zumbido de motores, avisos con sonsonete incluido de los/as tripulantes de cabina y al llegar… ¡sorpresa! el metro de Valencia, con su último servicio desde el aeropuerto a las 22,30 o lo que es sentirse tirado en un andén a las 22,36. Y los siguientes WhatsApp

WhatsApp Padre

Hola Jorge, hijo, ven a por mí  a Manises, no tengo metro.

 

WhatsApp Jorge, hijo

Va a ir tú padre.

 

WhatsApp   Padre

Oye chaval, no faltes a tu abuelo ¡Qué coño pasa!

 

WhatsApp Jorge, hijo

Paga la letra ¡mal padre!

 

WhatsApp   Padre

Joder Jorge, perdona, se me olvidó.

 

WhatsApp   Jorge (hijo)    

Pues olvídame tú a mí y avisa cuando vuelves a casa, que tengo invitados.

No quedaba otra solución, que armarse de paciencia y rascarse el bolsillo, o sea una mala solución desde cualquier punto de vista se mire como se mire…—¡¡¡Taxi…taxi!!! Buenas noches, a la calle Centelles 14, por favor.

—Buenas noches señor, le tengo que informar que el servicio nocturno tiene un veinte por ciento de recargo. Es la nueva ordenanza del aeropuerto.

Tras el viajecito en coche desde La Haya, dos horas largas de vuelo hasta Barajas y luego la espera para el enlace con Valencia, que se podía discutir —De acuerdo, vamos.

No me lo podía quitar de mi cabeza ni se lo iba a perdonar, este hijo mío se había pasado tres pueblos. Además, el taxista llevaba puesto el carrusel deportivo, era día de jornada europea y me castigó con un partido del Madrid en no sé dónde, ni me importaba. ¡Lo que me faltaba Cristiano metiendo goles a pares!

—Por favor, puede quitar la radio o bajarla un poco, me duele la cabeza.

—¿Asííí, va bien señor?  Dicho esto, con cierto retintín por parte del taxista   —Mucho mejor, gracias.

Durante el trayecto del aeropuerto a casa, no podía separar mis pensamientos del trato recibido por mi propio hijo. De acuerdo que le prometí al “niño”, que atendería la letra de este mes, pero con la urgencia del viaje y luego los días transcurridos en La Haya, se me había ido el santo al cielo. Estoy convencido que su negativa a venir a buscarme esconde algo más…y quiere ganar tiempo. ¡Cómo me haya metido a alguien en casa me va a oír! No sería la primera vez que me metía gente en casa y que me oía, como el que oye llover.

Desde el rellano del piso ya se olía a perfume de mujer, ¡lo que me suponía!, por cierto, buen perfume usaba la niña, no sé si esta vez era Carla, Noe u otra nueva conquista, pero pronto lo supe. Fue introducir la llave y sin llegar a entrar, se cruzó conmigo en su salida meteórica, una preciosidad de melena larga y rubia oliendo a Cocó Madeimoselle. Cuando reacciones ya era tarde —¡¡Coño, si es…!! Irina!!—… Jorge, contesta… ¿me acabo de cruzar con Irina?… ¡¡¡si!!! ¿tú estás loco o es que piensas convertirte en asistenta domestica? ¿Qué has hecho gilipollas?

—Corta tío.

—¡No corto nada y soy tu padre!, te he dicho mil veces que no me llames tío. ¡Dime! ¿Qué has hecho?

—Pues ni más ni menos que lo que tú haces cuando esta Iri pasando la fregona por la casa, ¡tirármela, pero de verdad!, no con los ojos como otros y no miro a nadie.

—Y te quejas que no te pago la letra de la moto, ¡pero si hasta los polvos te los pago yo!… so cabrito ¿Y ahora qué hacemos?, ya me dirás si querrá volver tres horas los viernes como hasta ahora.

—Claro que sí, ¿o te crees que es la primera vez? Si la tengo en el bote. ¿A que está buena?

Lamentablemente en mis labios sonaron mis pensamientos…—¡esta buenísima! —  Y con ello perdí una oportunidad más de ganarme el respeto del bandarra de mi hijo.

—Bueno hijo, es tarde y llevo muchas horas de viaje, ya hablaremos voy acostarme.

Dentro del piso ¡el caos! Nada en su sitio, restos de pizzas (las cajas) y de cerveza (los botes) por la cocina y la sala. En fin, por toda la casa pruebas irrefutable de una huida precipitada, sobre todo por unas braguitas de esas que llaman tanga y los envases de preservativos usados en la mesilla de noche, ¡qué bruto, más de uno!

Tras la bienvenida que tan en contra de mis deseos había preparado mi hijo, tuvimos por enésima vez, una puesta en común de normas que regirían en adelante nuestra convivencia bajo un techo común, llegando incluso a prever la posible pérdida de Irina como empleada doméstica por horas, lo que por fortuna no ocurrió.

Según Jorge, consiguió convencerla de que no la había conocido y le prometió dos euros más a la hora si continuaba viniendo a casa. Con lo que opté por no volver a sacar el tema, pues lo único que conseguiría con la mediación de mi hijo, era encarecer el servicio de limpieza de nuestra casa.

Me trasladé un par de días a Madrid, para ante la Audiencia Nacional solicitar una comisión rogatoria sobre movimientos mayores a quinientos mil euros, con origen en la banca milanesa Risparmio Banca y destino New Bank of Jersey, que resultó un fracaso pues el señor fiscal jefe, no la consideró suficientemente justificada por la endeblez de las pruebas documentales de que disponíamos. No obstante, trabajé durante intensas jornadas con la UDEF[1], la Guardia Civil y el grupo de delitos financieros de la policía, los que me prometieron peinar archivos y ver que podían encontrar de interés. Así tras una intranscendente reunión con “el jefe”, regresé a Valencia.

En las investigaciones policiales la ausencia de noticias, no son buenas noticias, como dice el refrán popular. Al contrario, son malas muy malas noticias, así que creí oportuno, comunicar con Maurits para conocer si a él las cosas le iban mejor, por lo que le envié un privado

WhatsApp   Paco Puig            

Hola Maurits, te llamo por vía interna OK.

Se me adelantó Maurits, a los pocos minutos sonaba el teléfono:

¿Paco?… qué tal las cosas por ahí.

            —De verdadera pena compañero, la Fiscalía de delitos monetarios no apoya mi solicitud de comisión rogatoria, con lo que los jueces de la Audiencia Nacional, no quieren ni verme. Así que ya me dirás como puedo estar.

            —Venga no desesperes. Te voy a dar una noticia, en la central hemos recibido una información sobre cierta empresa denominada Taller de Ópera S.XXI, que parece ser está realizando dobles facturaciones e ingresos en Jersey.

            Maurits calló un instante esperando oír mi reacción —Eso es magnífico, ¡Que más!… ¿qué más sabes?

            —Poco más, pues como puedes suponer, la empresa es una IBC[2] que tiene como custodio un agente residente con domicilio social en un bufete de abogado gibraltareño y que el capital de constitución fue con cargo a un ciudadano ruso, residente en Marbel.la.

            —¿Será Marbella en Málaga supongo?

            —Eso mismo Marbella. Ahora lo he dicho bien.

            —Maurits ¿desde cuándo sabían en la central lo que me estás diciendo?

            —Me confirma el director adjunto, que es una información reciente obtenida por los Tecs.

            —¡Y un huevo! Nos han tenido dando palos de ciego hasta que les han autorizado a decírnoslo, pues alguien de arriba tiene algún interés en el tema.

            —¿Por qué dices eso Paco?

            —Espero que no haya asuntos de cama de por medio.

            —No seas bruto Paco.

            —Desde luego bruto lo soy, pero mira lo que te digo. Cuando mi jefe me dijo que tenía que desplazarme a la Central, porque había un tema importante y me enviaba a mí preguntándome por mis aficiones. ¡yo le salí por él futbol!  O mucho me equivoco, que no creo, o es que sabía algo, estoy seguro.

            —Entonces, te adjudicaron esta investigación como experto…jaja. Bien, bien como experto que parece ser que lo eres, ¿dime? por donde empezamos. Yo había pensado en hacer una investigación por eliminación de las compañías de ópera independientes y que tú hasta donde puedas investigues a las compañías en todo lo referente a sus asuntos financieros, residencia fiscal, liquidaciones al fisco… y bueno ya sabes “esas cosas”. Pero ahora espero tu “experiencia”.

            —Venga no jodas, lo tuyo me parece un buen plan. Por cierto, ¿no tienes nada más que decirme? Hasta ahora te has reído tú, pero ahora creo me toca a mí

            —No sé a qué te refieres.

            —Entonces no será cierto lo que he leído en la prensa deportiva sobre la vicepresidencia del Comité de Árbitros, que ha recaído en un tal Vermeer.

            —¡Aaah! Te refieres al Comité de Arbitraje. No creo que pueda hacerme cargo de ella si esto se alarga, pues es para las designaciones de competiciones de clubs europeas la próxima temporada y no podré compatibilizarlo con el trabajo.

            —¿Tan malos somos que hasta Mortadelo y Filemón acabarían antes la investigación que nosotros? Acepta hombre, ahora ya tenemos donde investigar. Ten confianza y no renuncies al nombramiento, que me tienes que designar algún árbitro “bizcochable” para el Valencia.

            —¡Al fin salió el hincha! Si tengo que discutir contigo por esta causa, prefiero renunciar.

            —¡Caray como sois los holandeses! ¿En qué pleistoceno se os acabó el sentido del humor?

            —No se nos acabó, todavía tenemos. Pero te conozco lo suficiente como para saber que no das puntada sin hilo.

            —Quien ríe el último…  ya sabes.     Fin de la llamada

 

Como ya creo haber comentado, a la Agencia Europea de Policía, pertenecemos en función de ser policías, pertenecientes a los cuerpos policiales del espacio Schengen, lo cual facilita y al mismo tiempo dificulta, la rapidez de la acción directa, así en los siguientes días comencé una investigación por los archivos y hemeroteca de la SGAE[3] con el fin de realizar una selección y posterior cribado de compañías de ópera, donde poder seguir una o varias vías de investigación, para cuando existiese algún indicio sólido en alguna de ellas, comenzar a navegar por el proceloso mar de las autorizaciones judiciales antes de que las investigaciones transcendieran del ámbito español. En este farragoso, pero estimulante trabajo estaba cuando una inesperada llamada me sacó del mundo policial, para devolverme al de los “humanos”.

            —¿Paco, hola que tal estás, te acuerdas de mí?

La voz me resultaba conocida, pero debía resolver rápidamente el problema, no me acordaba “de ti” ni tampoco de tu nombre. Segundos angustiosos, un dudoso —pueees…estaba pensando— para ¡al fin!  identificarse con una agradable voz femenina, que me evitaba mentir.

            —Soy Andrea, la amiga de Elena.

            —¡Aaah claro si, Andrea!     Y ahora, mentirijilla poco creíble, pero salvadora…—¿Sabes? estaba pensando pedirle tu teléfono a Elena, para llamarte. 

Al otro lado del teléfono sonó una dulce voz, tañida de un poco de pudor, pero sin pasarse en el pudor.   —Pues mira, me he adelantado. He pensado: ¿oye por qué no le llamas? Espero no molestarte. Elena me ha dicho que has estado fuera varios días, pero sabía que habías regresado y he pensado que podíamos salir el sábado.      

Esta mujer había cambiado su inicial timidez, por una gran seguridad a pasos agigantados, su voz sonaba ahora clara, firme y segura. Estaba verdaderamente lanzada y a mí me encantaba. Así que no dude en ver hasta donde llagaba su atrevimiento.

            —Encantado Andrea. ¿Tienes algo en mente, o nos hacemos propuestas en un par de días?

            —Siempre que sean honestas…ja,ja,ja me parece perfecto Paco. Vamos pensando y nos hablamos. Ciao Paco.

            —Adiós Andrea… y muchas gracias por llamar. La despedida había sido rápida, como si alguien pudiese oírla, pero a mí me daba buenísimas sensaciones.

¡Uuuuaau, yabayabaduuu! Me moría de ganas por haberle dicho que sí, que de cena o donde dispusiese Su Alteza Serenísima, pero un flas rápido me hizo recordar que el sábado había partido, ¡y qué partido!, un Valencia – Madrid en Mestalla, primero contra tercero, pero no les voy a decir quién primero y quien tercero. Yo disponía desde mi juventud de un abono en el sector 1, fila 11, número 9, en Mestalla, el viejo y sempiterno Mestalla, que tras mi matrimonio con Ana lo cambié por dos tribunas bajas que ahora compartía con mi hijo.   Me dije: ¡Paco tienes un problema!

No quería renunciar a nada, ni a una cena con Andrea ni por supuesto al futbol, así que tenía más problemas por resolver que con el caso de las “primas donnas” como decía el jefe Eduardo. Primer problema: invitar a una señora de la cual lo desconocía casi todo, para que aceptase con agrado, aunque fuese fingido, el ir a ver un partido de futbol. El segundo y no menor, convencer al cabezota de mi hijo de que se sacase una entrada en cualquier otra parte del campo de Mestalla, pues su padre tenía un posible “rollito” y no se lo podía estropear. Que sí, que la entrada la pagaba yo y que en caso de negativa en dos meses iba a tener que hacer él solito frente al pago de las letras de la moto.

Todo se solucionó, mucho mejor de lo esperado. A mi hijo, una vez expuestos mis argumentos socio/económicos, le entró un ataque de sensatez y se mostró como un felpudo de cuarto de baño, aunque el muy cabrito al final me la jugó pues me sacó ciento veinticinco pavos, por una entrada de anfiteatro, la cual revendió por ciento cincuenta y se fue a casa de un amigo que tiene GolTV a ver el partidito. Por parte de Andrea también encontré facilidades, a pesar de reconocerme que no había estado nunca en un campo de futbol y que incluso le hacía ilusión ver aquel juego del que todo el mundo hablaba, sobre todo los lunes en el trabajo.

El partido, fue un peñazo, no se sabía cuál de los dos equipos tenía más miedo al rival. Todo era control de balón, conservar la posición, jugadas de estrategias y tonterías a las que tan aficionados son los entrenadores de hoy en día, cuando todo el mundo sabe que como más daño se hace es abriendo el campo y jugando por las alas. En esas estábamos cuando en el minuto ochenta y tres, en un contraataque de los “xotos” o sea el Valencia, el balón acabó en las redes del Madrid. ¡¡¡Gooool!!! Gritaron más de cincuenta mil gargantas y muchos de los que gritaban se levantaron de sus asientos como impulsados por un resorte, saltado y abrazándose con el vecino.

Y así me encontré yo, emocionado y con Andrea en mis brazos, a la que, en este momento de euforia, le propiné un beso en los carnosos labios que nos cortó a ambos la respiración. La falta de oxígeno hizo que nos separásemos, pero al hacerlo ninguno de los dos lo hizo con violencia, más bien ambos nos había recreamos en la suerte, como diría un taurino. Quise morirme de la vergüenza, pero lo cierto es que no lo hice, asumiendo las posibles consecuencias de mi apasionamiento motivado por el entusiasmo deportivo, pero Andrea con una delicadeza excelente le quito todo el hierro a la situación, con una nada ingenua pregunta.

—¿Dime Paco, cuantos goles de esos van a marcar más?

Si no hubiese pensado la respuesta le hubiese dicho de buena gana que ojalá ganásemos por goleada, pero respondí con cierta tristeza.

—Este juego, por desgracia es a tiempo, no a goles…y está terminando.

El resto de la velada, tras la cena, finalizó contemplando el mar desde la Marina Real, fue perfecta y el bello inició de algo más que una madura amistad.

 

[1] UDEF: Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal

[2] International Business Companies

[3] Sociedad General de Autores y Editores

 

Próximo martes, capítulo 9: En Milán de confidencias con Juan Ramírez

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Si te perdiste algún capítulo puedes encontralos aquí: 1, 2 3, 45, 6  y 7

 

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