Amelia Gabaldoni: ‘La piel del lobo’

Amelia Gabaldoni y Prego grottesco./JCAmelia Gabaldoni y Prego grottesco./JC

“¡Despiadado creador! Me has dado sentimientos y pasiones, pero me has abandonado al desprecio y al asco de la humanidad.” M. Shelley – Frankenstein

Valencia, 17.06.21

Javier Caravaca.-  En el museo del antiguo ayuntamiento de Bétera se expone esta semana la primera colección pública de la obra escultórica de Amelia Gabaldoni, bajo el título La piel del lobo. El lobo, en cierto modo, es ella, y sus esculturas son apenas la piel del genio cuyas fauces aguardan hambrientas en el interior, amén de las metáforas que subyacen en su serie ‘Pieles.’ “Lobo no come lobo” es el subtítulo de las once piezas de la colección que podemos ver expuestas hasta mañana viernes, así lo deja de enigmático, para que vayas a verlas y te dejes sumergir en un diálogo grotesco con un animal monstruoso.

Searching for… 20x36x20 cm, técnica mixta, año 2021

Searching for… 20x36x20 cm, técnica mixta, año 2021./JC

Para mayor asombro, la escultura Searching for… es un autorretrato. A simple vista, uno podría decir que las manos que moldearon la pasta no hicieron justicia al original. Pero cuando entablas conversación con ese busto te enreda en sensaciones inquietantes, contradictorias, y emerge una sutil angustia por abandono, la dejadez del autómata que no se reconoce a sí mismo, la carne inerte que se columbra al trasluz de tan tierna piel. Como si fueran adjetivos de mal poeta, sin sustancia ni inspiración, le salen por la boca nubarrones de ideas condenadas a derramarse en el barro.

El diálogo con las pieles de Amelia es paradójico, por un lado resultan repulsivas, y a la vez te atrapan con un atractivo morboso, como esa cosa que huele muy mal, pero la hueles, para conocerla, o como el túnel del terror, que no puedes dejar de visitar. Su juego con la silicona te invita a bailar sobre el filo de la navaja de lo estético, un alarde de textura que emociona hasta las entrañas, buscando el límite de lo agradable. Como pasa con el sexo, que uno no sabe bien dónde está la línea de lo placentero y cuándo empieza a dar asco. La pieza Sin título 2 es muestra de ello, la cual tuve la suerte, o la desgracia, de tocar con las manos antes de que fuera expuesta. En realidad, es el negativo de la pieza, y a su vez hija de Madre, otra escultura que podemos ver acurrucada en un pedestal, sobre materiales inauditos. Sí, ya sé lo que estás pensando, pero para eso tienes que ir a verla al natural.

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Sin título 2, Serie ‘Pieles,’ 15x30x15 cm, técnica mixta, año 2019./JC

A partir de un mismo lobo, de una misma piel, de un mismo ser biológico, el tiempo y las circunstancias moldean la persona, como si fuese una escultura, ramificando de manera casi infinita los posibles horizontes de sucesos, hasta el punto de deformar quienes somos, o incluso de romper nuestra identidad. Las técnicas de Amelia coquetean con esa idea en varias de sus obras, elevando el diálogo desde lo más profundo del alma hasta la epistemología artística, creando una especie de metalenguaje escultórico, un diálogo que versa sobre la conversación en sí.

Sin título 1, Serie ‘Pieles,’ 15x30x15 cm, látex, año 2019./JC

En ocasiones, la obra final no es más que nuestra simple piel, ligera y frágil, tan poco representativa del interior que hasta nos cuesta reconocerla cuando la vemos colgada de un hilo. Cualquier cosa podría estropearla, un mal aire, un accidente, la mala intención, el paso del tiempo… No en vano, la vejez suele terminar por sumir al hombre en la desazón, en la apatía, en la desgana de seguir con vida. La piel se repliega en mil arrugas y solo queda esculpir el quejido sordo de esa juventud deformada por la cuarta dimensión.

Prego grottesco, Serie ‘Pieles,’ 30x30x25 cm, escayola, pigmento en polvo, año 2019./JC

Decía Mary Shelley, en su obra Frankenstein, que “la escritura es un mal medio para transmitir las emociones.” La referencia es obligada, porque Gabaldoni ha seguido la senda de Víctor para dar vida a materiales que no la tenían, y ha optado por transmitir emociones con ellos. La escritora y el doctor estarían orgullosos de su epígono. Dice Amelia que el futuro es incierto, pero todo va a salir bien. Seguro que sí, es prometedor.

 

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