La intuición, por el momento había funcionado, solo por el momento. Ahora debíamos ir destejiendo la tela de araña que comportaban estos casos
En los cinco primeros capítulos henos conocido a algunos de los personajes, de sus características personales que explicarán muchos de sus comportamientos a lo largo de la narración. Ya en el capítulo anterior, el sexto, nuestro agente de Europol, Paco Puig, entra en acción con una misión que le lleva de Milán a San Petersburgo primero, y más tarde a La Haya, inmerso de lleno en el peligroso papel de infiltrado en una organización criminal.
En La Haya con Maurits
Enrique Argente Vidal
Por el tono jovial en la voz de Maurits, parecía que las cuarenta y ocho horas de gracia que nos había concedido el director adjunto Prince, no fuésemos a necesitarlas. La oficina de los Tecs, según Maurits, nos había localizado un cruce de correos electrónicos, vía privados, de los que se podía deducir una fuerte salida de dinero desde Milán a una cuenta cifrada en un paraíso fiscal denominado como “el restaurante”.
La intuición, por el momento había funcionado, solo por el momento. Ahora debíamos ir destejiendo la tela de araña que comportaban estos casos. Para esto contaba con la infinita paciencia y meticulosidad de Maurits que difícilmente se saltaba un protocolo de los programas de investigación.
Como de costumbre el señor director adjunto, estaba ocupadísimo y al recibir la noticia por mediación de Maurits de cierto avance en la investigación, —no podía esperar a mi llegada— que desde la oficina ELO[1] regresaba de hablar con nuestro oficial de enlaces, como es preceptivo y poner en marcha los contactos con la Policía de Finanzas italiana. Así que cuando regresé al edificio de Europol, el director adjunto Prince, lo había decidido ¡Prince dixit! ante lo cual solo cabía un “si wuana” o el más castizo “ajo y agua”.
Conclusión, yo regresaría a Madrid, Maurits no tendría que mentir, y ambos esperaríamos los resultados sobre los correos y las informaciones que pudiésemos obtener de los mismos, cuyo seguimiento realizaría Maurits, con quien estaría yo, en permanente contacto. Desde Madrid establecería nuestros enlaces con Italia para investigar todo lo relacionado con el dinero salido de Milán. La burocracia y los fondos, en los que la señora Ángela y el presupuesto de la UE, nos había metido la tijera, hacía que se impusiese la racionalidad, así como la optimización de medios en el trabajo, curiosamente: ¡Los euros para Europol eran menguantes en un presupuesto creciente!
Estas circunstancias, sin llegar a lamentarlo, pues suponía mi regreso a casa, lo comentaba con Maurits en nuestro ya próximamente ex despacho 415.
—Bien Mauricio —para un momento Paco…si continúas llamándome Mauricio, no tendré más remedio que llamarte Frank— vale tranquilo, estaremos en contacto por comunicaciones internas y nos hablamos cuantas veces sea necesario. Cuando tengas algo importante quiero que me llames por el Skype, yo también utilizaré este medio. Quiero que nos veamos las caras para saber qué grado de fiabilidad tiene lo que nos estamos diciendo.
—Eso debería exigirlo yo, añadió Maurits ¿no crees. –Como quieras, pero tienes que reconocer que miento mejor que tú, anda
—Eso seguro… ¿Por cierto, puedo preguntarte una duda, que siempre me surge cuando ya has regresado a España?
—Como tenemos tiempo puedes, cosa distinta será que lo que te responda sea o no la verdad.
—No empecemos, con esas certezas se me van las ganas de preguntarte nada.
—Pregunta hombre, pregunta.
—Tú de donde cojones eres. Tu pasaporte es español, lo he visto infinidad de veces, hablas un muy buen alemán, y un no peor francés, el inglés de la “empresa” y supongo que alguno más.
—El español por supuesto…ja, ja…ja. Bien Maurits, como esta tarde ya no me apetece hacer nada, las cosas nos han salido relativamente bien y te veo intrigado, te cuento mi vida, pero la verdadera, así que puedes estar tranquilo. Soy hijo de inmigrantes españoles en Basilea, nací allí. Así que al tiempo que en mis oídos sonaba el español de mis padres también lo hacia el alemán de mis vecinos. Estudié hasta los dieciséis años en Basilea, por tanto, mi educación fue en alemán como lengua principal y en francés como segunda lengua. Regresamos a España, a Valencia en concreto de donde procedían mis padres y fue duro para toda la familia, me costó, pero entre convalidaciones y mucho esfuerzo conseguí comenzar a estudiar Derecho, cuando me faltaban dos cursos para terminar, mis padres adquirieron una droguería, a partir de ese momento hacía falta el dinero en casa. Leí unas oposiciones para la Policía Nacional y me presenté, consiguiendo entrar, sabes cómo nos llamaban… ¿no?, pues la “gristapo” porque nuestro uniforme era de color gris.
—¿Y abandonaste los estudios?
—¡No qué va!, tardé más, pero terminé, Derecho y luego Criminología. ¿Sabes lo que hice, con mi primer sueldo? ¡Comprarme un abono del Valencia CF.! Que tiempos, los Claramunt, Paquito, Guillot, Pesudo el gran Pesudo, ¡qué equipazo!
—Ya sabía yo, que no tardaría en salir tu Valencia. No lo digo por mortificarte, pero tu querido equipo, no es ni más ni menos, que como muchos otros equipos del segundo o tercer bombo en los sorteos de las competiciones europeas, cuando llegan a jugarlas.
—¡Jodido arbitrucho holandés! Y tú no eres ni más ni menos que como todos los árbitros del mundo, al servicio del PSV o del Ajax aquí, de la Juve o del Milán en Italia y no quiero hablar de mi país, pues me entra verdadera vergüenza del tan cacareado “estamento arbitral”. Cuando pitáis a estos equipos no veis lo que hasta el equipo directivo de la ONCE vería. ¡Vendidos, más que vendidos!
—Imposible, eres imposible Paco, estabas contándome tu vida que por otra parte el encuentro muy interesante, así como digna de admiración y sacas de paseo a tu Valencia y al primer comentario te pones hecho una furia. ¡No sé cómo te tomo en serio!
—Pues si quieres saber cómo acabó mi historia, te bajas la peli “Un franco, catorce pesetas” y sabrás como acabó nuestra historia de hijos de inmigrantes, nada que ver con vuestra placentera infancia.
—¿Siempre tenemos que acabar de esta forma tan desagradable?
—Tienes toda la razón. Te pido disculpas Maurits, pero es que los “xotos”[2] como yo, lo estamos pasando muy mal, nuestro club está en almoneda y no sabemos cómo terminará ni en manos de quién. Y eso es duro, muy duro. Además, comprende que no gozamos de esa frialdad vuestra. De todas formas, no hay mucho más que contar de mi vida, sabes que cuando ingresamos en este cuerpo perdemos parte de ella, si es que alguna vez la hemos tenido. Lamento lo ocurrido en compensación te enviaré una caja de vino de Rioja.
—Si lo llego a intuir, me hago mucho más el ofendido… y así ¿hubiesen sido dos?
—No creo, pero no te pases, que igual no te envió ninguna…jajaja ahora en serio ¿Entonces Maurits, me llevas a Schiphol?, esta vez sí estoy más apurado de horario y al tiempo acabamos de concretar lo que vamos hacer.
—De acuerdo vamos ya, cuanto más tardes en llegar a España, más tardaré en beberme tu vino.
[1] Europol Liaison Officer
[2] “Xotos” hincha del Valencia CF.
Próximo martes, capítulo 8: Regreso a Valencia, con sorpresas
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