Rosa Muriel / ASÍ ES LA VIDA
08.06.21
Que tenía aquella caja de música que cada día me encantaba abrirla quedándome embelesada escuchando aquella dulce melodía.Todos los días iba a buscarla como la que busca su más preciado tesoro.

No, no tenía la típica bailarina, ni era de madera como tantas cajas musicales existen, era más especial. Era muy sencilla, de color malva aterciopelada, con unos relieves que realzaban su belleza, suave, dulce, agradable; al abrirla tenia un olor muy especial como a jazmín, por dentro de raso del mismo color malva, era perfecta. Cierro los ojos y la recuerdo como si la tuviese aún en mis manos, suave, dulce, agradable, olor a jazmiz y sus notas en mis oídos siguen resonando.
Con el paso de los años fui descubriendo que aquella caja de música era como ella, fijaba mis ojos en aquella caja y en ella, eran iguales, suave, dulce, agradable y además elegante. Y las recuerdo como si las tuviese a las dos en mis manos. Porque era la caja de música. La caja de música de mi madre.
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