En 1.568 el Papa PĆo V incluyó en el Misal y Breviario Romano la fiesta de la Inmaculada
Martes, 08.12.20
informaValencia.com.-Ā Sixto IV es el primer Papa que, en 1477, celebra solemnemente la festividad de la Concepción Inmaculada. Llega a publicar diecisĆ©is constituciones sobre el tema, aunque no llega a hacer obligatoria la fiesta. El Concilio de Trento, sin embargo, no se pronunció directamente al tocar el tema del pecado original, pero sĆ afirmó que debĆan seguirse las constituciones de Sixto IV en lo que se referĆa a la Virgen MarĆa.
TambiĆ©n el dogma inmaculista recibió el apoyo del Papa dominicoĀ PĆo V cuando condenó en 1567 la proposición de Bayo en la que afirmaba: Ā«Nadie, excepto Cristo, vivó sin pecado original; por tanto la SantĆsima Virgen murió debido a haber contraĆdo el pecado de AdĆ”n, y todos sus dolores en esta vida, lo mismo que los de todos los justos, fueron penas del pecado actual o del originalĀ». Este mismo Papa fue el que incluyó en el Misal y Breviario Romano, publicados en 1568, la fiesta de la Inmaculada, asĆ como la prohibición de la discusión pĆŗblica sobre el tema, tanto a favor como en contra, a la vez que renovaba las constituciones de Sixto IV.
Fue en el siglo XVII cuandoĀ Felipe IIIĀ y su hijoĀ Felipe IV, presionados por los obispos espaƱoles y para restablecer el orden en su reino, enviaron delegaciones a Roma para que el Sumo PontĆfice se pronunciase definitivamente a favor del dogma. DespuĆ©s de innumerables intentos y delegaciones, el Felipe IV envió a la Santa Sede al obispo de Orihuela, Luis CrespĆ de Borja, con cartas no solo del rey, sino de varias comunidades religiosas entre las que podemos destacar la de Alonso de Villalpando, provincial de la Orden de Predicadores en Aragón, que escribió: Ā«La piedad y devoción de los espaƱoles al misterio santo de la Concepción de la Virgenā¦, es innata en los espaƱoles, imitando en esto que ven a sus reyes y naturales seƱoresā¦Ā».
El 8 de diciembre de 1661,Ā Alejandro VIIĀ promulgó la bula Sollicitudo Omnium ecclesiarum en la que habló de la antigüedad de la creencia, de su desarrollo desde los tiempos de Sixto IV y del hecho de que en el momento habĆa pocos católicos que no profesasen la piadosa opinión. Ā«ā¦renovamos las constituciones y decretales promulgadas por nuestros predecesores, especialmente por Pablo V y Gregorio XV, a favor de la creencia mantenida de que el alma de la bendita Virgen MarĆa, desde el momento de su creación y de la efusión dentro de su cuerpo, fue embellecida por la gracia del EspĆritu Santo y preservada del pecado original, y a favor del culto y de la fiesta que se celebra, de acuerdo con esta piadosa creencia, en el honor de la concepción de la misma Virgen Madre de DiosĀ».
Este Papa proclamó la festividad del patronazgo de Nuestra SeƱora sobre EspaƱa y el derecho a celebrar de precepto el Oficio y Misa de la Inmaculada Concepción. MĆ”s tarde, en 1760, el patronazgo sobre EspaƱa recaerĆa en la advocación de la Inmaculada. En 1708,Ā Clemente XI decreta como fiesta de precepto para toda la Iglesia universal la celebración de la Inmaculada; y finalmente, el 8 de diciembre de 1854 PĆo IX, mediante la bula Inefabilis Deus, define infaliblemente el dogma de la Inmaculada Concepción con estas palabras: Ā«Declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina que sostiene que la SantĆsima Virgen MarĆa, en el primer instante de su concepción, fue por singular gracia y privilegio del Dios omnipotente, en previsión de los mĆ©ritos de Cristo JesĆŗs, Salvador del gĆ©nero humano, preservada inmune de toda mancha de culpa original, ha sido revelada por Dios y, por tanto, debe ser firme y constantemente creĆda por todos los fielesĀ». Para esta solemne proclamación era necesario encontrar su fundamento en la Sagrada Escritura, en la Tradición y en el Magisterio de la Iglesia.

La Inmaculada Concepción de los Venerables. Murillo, Museo del Prado.
Los textos bĆblicos
El primer texto bĆblico en el que la Iglesia ha entrevisto la concepción inmaculada de MarĆa es el saludo del arcĆ”ngel Gabriel a la Virgen Madre en el pasaje de la Anunciación: Ā«En el sexto mes el Ć”ngel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea cuyo nombre era Nazaret, a una doncella desposada con un varón cuyo nombre era JosĆ©, de la casa de David; y el nombre de la doncella era MarĆa. Cuando entró adonde ella dijo: āĀ”Salve, llena-de-gracia! El SeƱor estĆ” contigoāĀ» (Lc 1, 26-28).
Este texto de san Lucas se completa con las palabras pronunciadas por santa Isabel, Ā«Bendita tĆŗ entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientreĀ» (Lc 1,42), y las de la Virgen, Ā«ā¦desde ahora me felicitarĆ”n todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mĆĀ» (Lc 1, 48-49) . TambiĆ©n se seƱalaban referencias al Antiguo Testamento, concretamente al Protoevangelio: Ā«PondrĆ© enemistades entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suyaĀ» (GĆ©n 3, 15) , donde se ven prefigurados tanto a Cristo como a la Virgen, su Madre, asĆ como la hostilidad de ambos frente al demonio. MarĆa es la que no tendrĆ” contacto con la serpiente, si acaso solo para pisar su cabeza.
MarĆa es la Nueva Eva, salida de las manos de Dios sin pecado original, aunque entre ellas hay una gran desemejanza. La primera, con su desobediencia, contribuyó a la ruina espiritual del gĆ©nero humano; MarĆa, al contrario, por gracia de Aquel de quien fue Madre, contribuyó a la reparación de aquella culpa.
San AgustĆn (+430), defensor de la teologĆa del pecado original y de la gracia frente a la herejĆa pelagiana que negaba la transmisión del pecado en la raza humana, hacĆa una excepción al hablar de MarĆa: Ā«Exceptuando, pues, a la SantĆsima Virgen, acerca de la cual, por reverencia a Cristo, no quiero plantear ninguna cuestión cuando se trata de pecadosĀ» (San AgustĆn, De natura et gracia, 36, 42, PL 44, 276) .
En la proclamación de Inefabilis Deus por parte de PĆo IX fue decisivo el influjo de la devoción popular que celebraba con fe la fiesta, y que se agrupaba en hermandades bajo la advocación de la Inmaculada, a la vez que venĆa realizando en distintas instituciones pĆŗblicas (universidades, ayuntamientos, hermandades, ā¦) votos inmaculistas.
Aunque la celebración litĆŗrgica es algo tardĆa, y mucho mĆ”s la proclamación del dogma, es evidente que el sensus fidei del pueblo cristiano es mucho anterior, como queda demostrado en el apócrifo del siglo II, el Protoevangelio de Santiago que describe en Ć©poca tan temprana la concepción milagrosa de MarĆa por el abrazo ante la Puerta Dorada que se dieron sus padres despuĆ©s de que se reencontraran tras una separación provocada ante la ofensa recibida por la esterilidad del matrimonio. Este relato fantĆ”stico surge en un ambiente popular que valoraba que, para ser la Madre de Dios, su concepción debĆa ser distinta a la del resto del gĆ©nero humano, mediante un casto abrazo, de modo que quedara preservada de cualquier mancha en su alma.
La devoción popular a este privilegio mariano fue creciendo a lo largo de los siglos en paralelo, o quizĆ”s por delante, a las discusiones teológicas. No hay prĆ”cticamente en EspaƱa templo católico en el que no encontremos una imagen de la Inmaculada como muestra del amor que los fieles tributan a la Madre de Dios en su Concepción, limpia de toda mancha y culpa. Porque es MarĆa, con toda su belleza interior, la que intercede ante el Dios uno y trino, por nosotros, que sĆ somos pecadores, ahora y en todos los momentos de nuestra existencia, especialmente los mĆ”s difĆciles.

Inmaculada Concepción, Giambatista Tiépolo. Museo del Prado
Para que esta devoción fuera en aumento, y recibiera el apoyo de los fieles, fue necesario elaborar una iconografĆa que representase el misterio mariano y que se ajustase a las normas del Concilio de Trento, especialmente en el momento histórico en el que se prohibió, para evitar enfrentamientos entre católicos, pronunciarse verbalmente y en pĆŗblico sobre este dogma. Si no se podĆa defender con palabras esta concepción milagrosa se optó por la genial idea de defenderla con imĆ”genes. Es asĆ como surge en los Ćŗltimos aƱos del siglo XVI la iconografĆa de la Inmaculada, como agente propagandĆstico, y que culminarĆ” en el siglo XVII con la explosión de belleza de las Inmaculadas del Siglo de Oro espaƱol, expresión perfecta de la concebida sin pecado original.
Inmaculada Concepción
En 1858 se produjo un acontecimiento especial que, aĆŗn hoy, sigue alimentando espiritualmente a los fieles. Se trata de las apariciones de la Virgen MarĆa aĀ Bernardette SoubirousĀ en Lourdes. En la decimosexta aparición, y ante la insistencia del pĆ”rroco para que le preguntara su nombre a la SeƱora, esta contestó diciendo: Que soy eraĀ Immaculada ConcepciouĀ (Yo soy la Inmaculada Concepción). La niƱa no entendió el sentido de estas palabras, pero al sacerdote le llamó la atención, en primer lugar, que esa SeƱora no era otra sino la Virgen MarĆa, pero tambiĆ©n, la autenticidad de la expresión por parte de Bernardette que no tenĆa por quĆ© tener conocimiento del dogma proclamado casi cuatro aƱos antes. AdemĆ”s, es muy curioso el uso por parte de la Virgen de la expresión bĆblica Ā«Yo soyĀ», y que no diga yo soy la Concebida Inmaculada, sino la Inmaculada Concepción, de manera que sustantivizaba un adjetivo dĆ”ndole plenitud a su significado. Por poner un ejemplo y entenderlo, no es lo mismo decir que uno es inteligente que decir que uno es la inteligencia. De esta manera, MarĆa, al sustantivizar el adjetivo Ā«inmaculadaĀ», no solo confirmaba en Lourdes el dogma que se le atribuĆa, sino que le daba plenitud, ella es la Inmaculada, la Ćŗnica.
Fue, tambiĆ©n, la misma Virgen MarĆa, la que en la tercera aparición de FĆ”tima, se describe a sĆ misma como Corazón Inmaculado, cuando pide a los tres pastorcitos que se establezca la devoción a esta advocación mariana para que el mundo experimente un periodo de paz.
*Fuente del texto. Revista Ecclesia
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