Rosa Muriel / ASÍ ES LA VIDA
25.11.20
Tengo unas amigas con las que puedo celebrar la vida. Unas amigas que aguantan conmigo hasta el amanecer en noches de bailes. Unas amigas que me quitan el móvil cuando la nostalgia amenaza, que cada año, viven mi cumpleaños y lo celebramos como si no hubiera fin.
Son esas amigas que tienen más ilusión que vergüenza y más proyectos que recuerdos. Unas que se vuelven locas programando un viaje conmigo y que les da igual si se trata a un pueblo perdido en Andalucía, o de la ciudad más conocida de Europa, porque lo importante es mi compañía; porque lo importante sois vosotras.
Unas amigas con las que lleno los álbumes de fotos y la retina de anécdotas y risas. Pero también, unas amigas que saben estar a la altura de las circunstancias cuando éstas se tornan extraordinariamente putas. Que valoran mi presencia y notan mi ausencia, que me hacen formar parte de historias en las que me extrañan.
Las que me mandan audios en mitad de una madrugada para que escuche una canción o para decirme que me quieren. Tengo unas amigas que me escuchan, aunque el tema tenga nombre propio y, las que me abrazan antes de reñirme cuando vuelvo a besar la misma piedra equivocada y que me recuerdan lo que valgo antes de reiterar ese maldito “te lo dije”.
Tengo unas amigas que me impulsan a cumplir mis sueños y jamás me dejan tirar la toalla. Que me protegen de frente, pero, sobre todo, que me defienden a la espalda, de las que puedo sentirme orgullosa como amiga, pero también como persona.
Mis locas, atrevidas, divertidas, descaradas, auténticas y sobre todo, verdaderas amigas. Vosotras sabéis quienes sois, mis queridas amigas.
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