También fue Melmoth

Imagen de archivo con Ricardo-Bellveser, Melania-Vazquez, Jose-Antonio-Olmedo, Carmen-de-Rosa y Toni Alcolea. / AteneoImagen de archivo con Ricardo-Bellveser, Melania-Vazquez, Jose-Antonio-Olmedo, Carmen-de-Rosa y Toni Alcolea. / informaValencia.com

Vicente Torres

Jueves, 19.11.20

Ricardo Bellveser tenía un espacio en Las Provincias que yo leía siempre. Se llamaba CulturOne, la primera sección cultural de la prensa española, idea que le debió de inspirar el tiempo que pasaba en las bibliotecas.

Un día subí con él en el ascensor de una finca de la calle de San Vicente camino de un acto literario que iba a girar sobre su poema ‘La funambulista’.

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Las Provincias de esa época venía a ser como un alimento para los lectores, era un periódico vibrante y lleno de atractivo y quienes participaban en él sabían reflejar perfectamente el espíritu de los valencianos. Era el más vendido en los kioscos con mucha diferencia sobre el resto, aunque luego otros periódicos, mediante el engorde artificioso presumieran de tener mayor tirada.

Bellveser también tenía otro espacio, este en la portada, muy pequeño, en el que trataba asuntos lingüísticos. Firmaba como Melmoth, pero todo el mundo debió de adivinar que se trataba de él, por el estilo y porque no había otro en la redacción con esas aficiones. Inauguró el espacio con una idea definida de lo que pensaba hacer, pero el aluvión de cartas que se le enviaban solicitándole que se refiriera a esto o aquello le imposibilitaron seguir el plan trazado y lo canceló. ¿Por qué dicen la Lazio, es que es una equipa?, preguntó una vez, intentando poner cultura y lógica en la cuestión. Porque los italianos dicen la Lazio, pero es que allí es una escuadra, squadra para ser más exactos. Pero a la mayoría le gustaba simular cultura, debilidad que también se daba en algunos de sus compañeros de redacción.

Bellveser se fue de Las Provincias, y con él otros, dejando unos huecos que jamás pudieron ser ocupados por nadie. El periódico se convirtió en un erial. Seguía teniendo el mismo nombre, pero era igual que otros de cualquier otro lugar. Ya no era posible que el lector valenciano se identificara con él, perdió su identidad y no hay visos de que la vaya a recuperar.

 

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