Antonio Silvestre
09.11.20
Pues así es, mal que le pese a más de uno, seguimos siendo el Valencia, uno de los clubes más importantes de LaLiga, con una plantilla joven, aguerrida y, como diría Paco Lloret, «bronca y copera», capaz de ganar en San Sebastián o de vapulear al Real Madrid. Un equipo que tiene el chip que por prestigio e historia le corresponden al club y que, por lo visto ante el Levante en Mestalla, en las segundas partes de Vigo, Villarreal y Elche, ante el Getafe y anoche ante el Madrid, está dispuesto a cerrar la boca de los que se han pasado tres meses de desprecio y ninguneo a unos futbolistas que tienen una calidad contrastada, saben lo que representan y sin duda alguna, están en disposición de luchar por la clasificación europea y las alegrías de la afición.
Un equipo que como la mayoría en la jornada nueve, está en fase de acoplamiento a un nuevo entrenador, de puesta apunto en lo físico, nuevas ideas tácticas, a las circunstancias de aislamiento en modo burbuja que impone la Covid y a la falta de calor de sus aficionados en la grada que, en el caso del Valencia y con tantos jugadores jóvenes, sería en este momento fundamental.
Un equipo en el que cabe resaltar la extraordinaria temporada que lleva Jose Luis Gayá, sin duda, el mejor lateral español y de lo mejorcito de Europa; la solvencia y regularidad de Gabriel Paulista o Daniel Waas, el liderazgo de Carlos Soler, al que el asturiano arrinconó en banda y que está llamado a vertebrar al equipo, con llegada y capacidad para dominar un enorme espacio de terreno y servir de enlace; y el enorme trabajo y personalidad, además de los goles, de Maxi Gómez. Todos ellos junto a Jaume (o Cillessen), una columna vertebral envidiable, que muchos entrenadores quisieran tener.
Y al lado de ellos, Hugo Guillamón, internacional en todas las categorías inferiores, que está disputando todavía sus primeros minutos en un once al que se le exige seguridad en la zaga y que está cumpliendo con creces, en mi opinión, con mejor rendimiento que sus compañeros de «localidad», Mangala y Diakhaby; un fenómeno futbolístico y solidario que es Yunus Musah, que a su endiablado fútbol de desborde y condición física, suma sacrificio y ayudas; un mediocentro, Uros Racic que, si dispone de minutos, demostró ayer que se va a convertir en clave para el esquema de Gracia; un interior de técnica exquisita, con ambición, con cosas que pulir, sí, pero que ayer se vació, trabajando en la contención y ocupando mucho campo, y que mantuvo a raya a Valverde como Kang In (menudo trallazo el suyo que salvó el palo).
Y nos quedan en el tintero Toni Lato, buen futbolista que tiene la mala suerte de coincidir con un gran Gayá, pero en el que se puede confiar con garantías y de hecho se confía; Manu Vallejo, que creo que debería tener más oportunidades por su hambre y sus movimientos en ataque, por delante de Gameiro y Sobrino, que ha caído muy bien entre los aficionados; Álex Blanco, un jugador que necesita minutos y que puede hacerlo tan bien o mejor que Cheryshev en esa banda porque tiene más físico y bastante más técnica, aunque menos experiencia; Thierry Correia, que ha ido a más y del que se puede esperar que mejore en el aspecto defensivo para convertirse en un gran lateral; Vicente Esquerdo, que me parece un jugadorazo, en formación sí, pero un jugón que ha tenido la mala suerte de hacer dos presencias flojas en el equipo. Ah, sí, y Guedes…
En resumen diré que, tal y como dijo Gayá la semana pasada, dejemos todos al margen «a lo de fuera» y arrimemos el hombro y la complicidad con el equipo de Javi Gracia, que tiene mimbres de sobra para darnos muchas satisfacciones durante esta temporada de crisis sanitaria y económica.
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