Una ventana abierta al alma de la sociedad; el autoexorcismo de un país que expele sus alegrías, temores, sueños e inseguridades a través de la diversidad de sus voces
Viernes, 30.10.20
informaValencia.com.- Año 2020. Todos los habitantes de un país recluidos durante 97 días en el interior de sus casas, para evitar una desconocida y alarmante enfermedad. Una situación inimaginable con un alcance inaudito: solamente en España, la pandemia por COVID-19 ha trastocado las vidas de 47 millones de personas.
Adultos, niños, ancianos, mujeres, hombres…, este inesperado suceso ha afectado a todos. Sin embargo, cada uno podría contar sus experiencias y sentimientos más personales, cada uno podría relatar su propia historia de la pandemia.
Este ha sido el punto de partida de Historias del confinamiento, un volumen que reúne 97 relatos -uno por cada día de confinamiento-, escritos por 97 personas anónimas. Estas narraciones, seleccionadas entre las más de 2.000 recibidas, son una ventana abierta al alma de la sociedad; el autoexorcismo de un país que expele sus alegrías, temores, sueños e inseguridades a través de la diversidad de sus voces.
Porque todos tienen algo que contar, desde una adolescente madrileña de 13 años, hasta un abuelo almeriense que nació en los años 30, pasando por los otros 95 autores más que han participado en esta iniciativa literaria sin precedentes.
La escritura como terapia
Según los expertos, escribir es una de las herramientas más útiles para gestionar las emociones. Plasmando los sentimientos sobre el papel, resulta más fácil ordenarlos y ser capaz de compartirlos con los demás. Tal y como afirman desde la Facultad de Psicología de la Universidad de Barcelona: “escribir puede ser una buena estrategia para mantenerte ocupado, expresar tus sentimientos y poderlos reevaluar posteriormente”.
En este escenario de incertidumbre, esa necesidad de exteriorizar los propios pensamientos ha hecho aflorar el talento creativo de los seres humanos. El resultado ha sido una obra incomparable que supone una auténtica radiografía de la sociedad actual y que ha merecido la valoración positiva de la revista especializada Publishers Weekly: «un experimento social fascinante. El must literario de la temporada.»
Historias del confinamiento, publicado por Lantia Publishing para Editorial Samarcanda, estará disponible en todas las librerías a partir del próximo 30 de noviembre.
AL SÉPTIMO MES, DESCANSÓ
Me he pasado gran parte de mi vida buscando a un Dios parecido a los cowboys del Oeste americano, vestido al estilo de Hollywood, con cara de Gary Cooper y repartiendo balas a diestro y siniestro entre todo aquel que iba haciendo el MAL en la Tierra.
Años más tarde me enseñaron que ese Dios, deseado y deseante, como diría Juan Ramón Jiménez, era o es, por utilizar el verbo ser, un ente etéreo, sin cara, envuelto en una nube blanca y nada de dar hostias, ya que era todo AMOR. ¡Qué contradicción! ¡Ni en esto se ponen de acuerdo!. Con lo fácil que hubiera sido que te hubieran dicho que Dios es así, asao, o directamente no hablar de Él porque yo me digo que a santo de qué metemos a este hombre o lo que sea aquí en todas nuestras tareas cotidianas cuando ni siquiera nosotros nos avenimos…
Estaba yo en estas reflexiones porque hay que ver la que se nos ha venido encima: un confinamiento. ¡Dios mío! (Veis, lo he vuelto a meter aquí). Pero ¿ahora? ¡Con las cosas que yo, que nosotros, tenemos que hacer!… Y, para colmo, mi sobrina va y me manda un yo no sé qué de relatos por este asunto.
Bueno, pues, ante las perspectivas, me he dicho que yo podía hablar de esto, y no hay nada más serio que un confinamiento con la que está cayendo para hablar del mío o, como yo lo llamo, de mi locus amoenus, mi encierro interior, no lleno de blancas nubecitas y ríos cristalinos con hermosas ninfas bañándose en ellos (quién pudiera ahora), como en las églogas de Garcilaso, pero sí un lugar lleno de amor, paz, tranquilidad (si te dejan los problemas), y donde puedes reflexionar, que al final un… virus tenía más pistolas que el mismísimo Gary Cooper y que, sin verlo y sin saber dónde ni cómo, ha hecho justicia.
Un virus casi democrático y muy selectivo, que ha hecho que los árboles y las plantas nunca estuvieran más bellos, los ríos y los mares más limpios y transparentes, al igual que el aire; que los jóvenes hayan aprendido a cuidar de los mayores; que los políticos por una vez se hayan puesto casi de acuerdo y hayan dejado de mirar a los bancos para mirar a la gente; donde no hay desahucios ni pobreza energética y donde cada día salimos a nuestras ventanas o balcones para aplaudir a nuestros héroes y desde donde conocemos por primera vez a nuestros vecinos, leemos sus peticiones o nos deleitamos oyendo cómo tocan un instrumento. ¡Nunca el ruido nos gustó tanto!
Pero este virus también ha hecho que nos reunamos en casa, obligándonos a convivir sin dejarlo ni aplazarlo para mañana porque tal vez no lo haya; a leer, a llorar, a jugar con nuestros hijos, a mirarnos sin tocarnos (eso sí, por una medida de seguridad), pero sintiéndonos más cerca de lo que nunca hemos estado y tal vez estaremos en nuestras vidas.
¿Así son mis hijos? ¡Si no he tenido tiempo para saberlo! ¡Lo que nos hemos perdido! Y lo ha conseguido un virus que no conozco ni quiero conocer, pero al que quisiera preguntarle dónde ha estado metido tanto tiempo… Dos mil veinte años de nuestra era para darnos cuenta de que el pasado, el presente y el futuro no existen. ¿Acaso miras el reloj ahora? El tiempo es un invento para manipularnos, para hacernos correr y no parar a ver lo esencial de la vida: una simple flor, tus hijos, tu compañero o compañera, en definitiva, tu familia y amigos en general…
Por todo esto y por mucho más, desde el confinamiento y deseando que este mal sueño termine pronto y acabe bien, no puedo dejar de pensar que ¡NI EL MISMO DIOS LO HUBIERA HECHO MEJOR!
M.ª Teresa Gómez Borrego.
59 años.
Rute, Córdoba.
Agregar comentario