Vicente Torres
31.10.20
No sé cómo calificar el hecho de que al mismo tiempo que las inmensas colas del hambre existen unas televisiones regionales que derrochan sin tasa un dinero que no hay para hacer burradas como esta
De la manipulación de @rtve a la de @telemadrid …
Cuando 1.056 es más que 1.136. ? pic.twitter.com/tiiOogxWPZ
— PP Comunidad de Madrid (@ppmadrid) October 28, 2020
con el fin de enmascarar la realidad, que es muy distinta:
Técnicas del siglo XXI como:
1. Ser pionera mundial en usar test rápido de antígenos
2. Reparto de mascarillas KN95
3. Restricción “quirúrgica” de movilidad
4. Toma de muestras de colectores para detectar zonas de crecimiento de contagios
5. Hospital específico en 4 meses https://t.co/oDCAeVUm1j
— velardedaoiz2 (@velardedaoiz2) October 30, 2020
La televisión valenciana ya la había cerrado Alberto Fabra, con muy buen criterio, con el argumento de que el escaso dinero existente en caja debía dedicarse a fines más nobles, pero luego llegaron otros a los que la nobleza no les parece digna de atención y, de hecho, se arrastran por el fango, y decidieron destinar unos millones que no hay, o sea, a base de deuda, a reabrir esa televisión con el fin de familiarizar al personal en el bodrio que Pompeyo Fabra se inventó. Millones tirados al río, porque el intento está condenado al fracaso. Y eso es corrupción.
El hambre crece y crece y crece. Y la desesperación. Y mientras tanto el gobierno miserable, encabezado por alguien cuyo narcisismo patológico le impide enterarse, apoyado por un psicópata comunista y compuesto por un interminable número de ministerios, tan inútiles como onerosos, derrocha a manos llenas, permite que los gobiernos regionales hagan lo mismo, carga contra Yuso, que está combatiendo al virus chino mejor que el propio gobierno de España, que no lo combate de ningún modo, y lo fía todo a la propaganda, la propaganda. Para eso quiere tantas televisiones, para eso corrompe a los medios, para eso esconde la verdad entre gruesas cortinas, para que no la vea nadie.
El problema es que no tenemos una clase política que piense en los ciudadanos. Nuestros políticos sólo piensan en sí mismos y la angustia de quienes ven venir el desastre no les llega. Durante los meses en que sufrimos la reclusión o arresto domiciliario, mal llamado confinamiento, todos los diputados cobraron las dietas. Así no puede haber esperanza.
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