Benditas miradas

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Rosa Muriel / ASÍ ES LA VIDA

28.10.20

Acariciar la arena fina del mar, traer así a tu memoria, los recuerdos que quedaron en las fotos. Acariciar los pétalos de una flor de ese rojo intenso que te remueve por dentro y te recuerda a la pasión.  O unos labios sedientos, doloridos, que esperan ser acariciados y besados. Y quién sabe, esos ojos que tocan el corazón y llegan hasta el sótano y acarician cicatrices que ya no duelen pero que están.

¿Y el alma? ¿alguna vez has sentido que algo o alguien te ha tocado el alma? Como te tocan con esas manos que curan todo. Si es así vuelve allí, quédate allí y haz de ese encuentro un momento eterno, que no se rompa con el paso del tiempo, ni con los inviernos que a veces habitan en tu interior, ni las oscuras noches sin luna que a veces se instalan en el corazón. Si te ha tocado, no lo dejes escapar, no lo sueltes, es un gran regalo que se recibe gratuitamente.

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Benditas manos que acarician, ojos que tocan el corazón, dedos que transmiten nuevas sensaciones en pieles arrugadas o derrochando vida, porque las caricias curan, regeneran, alivian, calman, relajan. Bendito sentido que nos hace vibrar el corazón al contacto de la piel de esas personas que se acercan, que te acarician, que te miran y muestran sus sentimientos con las sutiles sensaciones que todo lo envuelven y lo transforman.

Porque las caricias rompen barreras y cadenas. Dan fuerza, expresan dolor o alegría, dan paz. Consiguen calentar el corazón helado, o restañar el corazón roto, abatido y lo eleva. Consiguen cambiar el corazón de piedra en uno de carne y lo restauran.

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