El Paquito, uno de los nuestros

Entrepan con rostro. Visita obligada para probar la propuesta del Bar Ricardo (C/ Doctor Zamenhoff, 16) donde entronizan con naturalidad al Paquito. Img. Jorge Daniel SotoEntrepan con rostro. Visita obligada para probar la propuesta del Bar Ricardo (C/ Doctor Zamenhoff, 16) donde entronizan con naturalidad al Paquito. Img. Jorge Daniel Soto

Bocadillo de autor con la carne de cordero como ingrediente principal, aterriza por todo lo alto, como desfibrilador de paladares dormidos

Viernes, 23.10.20

Tino Carranava.-  Consolidado el mes de octubre buscamos la inspiración otoñal, ya se sabe sin novedades no hay paraíso gastronómico que se precie. Si algo prolifera en este tiempo es el oportunismo inmediato para conocer nuevas propuestas. Cada vez son menos los clientes que se resisten a las corrientes de moda.

El Paquito, bocadillo con carne de cordero como ingrediente principal aterriza, por todo lo alto, como un bálsamo indudable, desfibrilador de paladares dormidos y compañero incuestionable de almuerzos y cenas populares donde sus posibilidades son infinitas.

Hay algunos bocadillos que nacen con el destino escrito. No hay sondeo que se le resista. Fruto de este mensaje, de información privilegiada, somos reclutados. Tras la deliciosa coreografía de ‘Paquitos’ probados en Bar Ricardo (C/ Doctor Zamenhoff, 16), La Tahona de Celia (C/ Ctra Escriva, 3 ) y Bar Marvi ( C/ Santos Justo y Pastor, 14), se inicia el culto. Los bocatas probados son más que una cumbre culinaria, una cordillera de sabores, cada una tan alta como la anterior.

Img. Tino Carranava

Durante las jornadas en busca del ‘Paquito’ nos acompañan un capitán gastrónomo anónimo que se refugia detrás de un paladar perfilado bajo el nombre de Jorge Daniel Soto, conocido gastronómicamente como el «Kaiser de Meliana», y su escudero José Talavera Junior. Nuestros anfitriones nos piden la palabra y estamos obligados a concederla. «El Paquito lo tiene todo y ha venido para quedarse».

No empacha la inyección de optimismo de nuestros anfitriones. Entendemos el mensaje. El Paquito nos acerca a la filiación eterna hacia el cordero. Consumo longevo y querencia ciclópea al servicio de la hegemonía bovina y caprina.

La historia de los entrepanes, con mayúscula, como El Paquito, obedece tanto a criterios gastronómicos como emocionales y se cuelgan del paladar de manera inmediata. Pocos alimentos como los bocadillos de autor han ejercido tanto de elemento democratizador en la restauración popular.

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Chivito, una de las estrellas de Pastoret en Náquera . Img. informaValencia.com

Chivito, una de las estrellas de Pastoret en Náquera . Img. informaValencia.com

El Paquito concita un consenso gustativo grandemente mayoritario. Su presencia tiene una escenografía variada, necesaria y apropiada. Es hora que se empiece a decir en voz alta, con luz y taquígrafos, las cosas que se susurran en los mentideros de este «archipiélago gastronómico» conocido como «Cordero Beach» formado por 25 bares y restaurantes de Valencia.

El Paquito se transforma en un analgésico para las migrañas gustativas matutinas. Camino lleva de ser un reclamo clave en la oferta del «esmorzaret». En el ámbito de la competencia del bocata declaramos el estado de plena satisfacción.

La figura recia del pan soporta la fuerza extraordinaria del cordero en sus múltiples propuestas. El futuro le pertenece. El Paquito se ha convertido en un entrepan con rostro como los conocidos: Chivito, Brascada, Almussafes, etcétera, que figuran en una sesgada relación que en un alarde de encono pretenden llevar al bocadillo hasta su apoteosis.

El Paquito se convertirá en una antorcha gastronómica popular que iluminará todos los encuentros. Su presencia en las cartas es una excusa perfecta para no pensar en elegir otro bocado que inunda la memoria de los paladares con una densísima carga de recuerdos y vínculos al lechazo de cordero. La insistencia cualitativa del bocadillo Paquito origina mucho crédito entre los comensales y su presencia encandila cada vez más. Sin entrar en detalles debemos aprovechar la garantía de nuestro ovino y caprino.

No es necesario establecer un amplio dispositivo de rastreo ni forzar los paladares para garantizar el éxito de este bocadillo de referencia. La tertulia parece premonitoria de este advenimiento gustativo en otoño con el cordero como protagonista. Controlamos los ímpetus mientras se inicia el culto al cordero de raza churra con sus particulares aditamentos. El reencuentro es más que grato.

Abran los paladares y gestionen las querencias. Nos quedamos con una certeza indiscutible si el cordero encabeza su lista de pasiones no tienen excusas. Hasta los paladares con nulo donaire se restablecen al probar sus diferentes creaciones. No defrauda las expectativas. Muy al contrario crea más adeptos. Lo que el pan y el cordero han unido que no lo separe…

El Paquito, uno de los nuestros.

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