Casa Mario, cincuenta años de querencias

Para Mario Lurbe los recuerdos no son souvenirs del pasado, su conversación, regada de empatía natural, se convierte en plasma emocional.- informaValencia.comPara Mario Lurbe los recuerdos no son souvenirs del pasado, su conversación, regada de empatía natural, se convierte en plasma emocional.- informaValencia.com

Restauración popular contable de continuas adhesiones de largo recorrido, donde su elocuencia culinaria no ha cambiado desde su inauguración

Viernes, 23.10.20

Tino Carranava.-  Dicen que rendir homenaje es una forma de gratitud y las deudas del paladar se pagan y obligan más que nunca. Consolidado el epílogo del mes de octubre nos sacudimos el tutelaje de la agenda con el fin de oxigenar y estimular nuestros paladares gracias a la omnipresente carta de Casa Mario (C/ Plaza de España, 2 ) en Bellreguard.

Por razones que sí vienen al caso, la coartada del 50 aniversario de este bar restaurante, nos reencontrarnos con viejos amigos y familiares de Potries, el ‘esmorzaret’ y la comida en paralelo se convierten en una misiva de lazos que unen para siempre. Amparados ante la cazalla, la satisfacción flota alrededor de la barra. El discurso inicial alambicado lo protagoniza la devoción al obligado «canari» que nos convierte en «apropiacionistas» de previsibles repeticiones.

Restauración popular de querencia perpetua y contable de continuas adhesiones de largo recorrido, donde su elocuencia culinaria no ha cambiado desde su inauguración en la primavera de 1978 tras dejar el establecimiento primigenio, situado al pie de la carretera nacional, que albergaba una legendaria bolera desde 1970.

La primera sobremesa vivida hace más de quince años en compañía del recordado maestro, José Ruiz «El Presi», Eduardo Domínguez «El Mecanic», Jesús Ferrando «Don Suso» se convirtió en un auténtico bálsamo donde se establecieron las primeras querencias hacia Casa Mario.

Aunque no es una crónica gastronómica al uso, un día como hoy no es necesario huir de las excelencias pregonadas hacia Casa Mario siempre respaldadas por los hechos, por eso conviene destacar: los guisos de la abuela, como el rabo de toro, el suquet de rape, el conejo al ajillo y la gamba amb bleda; su lealtad al producto de mercado que por o sin encargo se transforma en una interesante marisquería y los reencuentros con su carta de 100 bocadillos, loas a los entrepanes de autor incluidos como: Mario, Pringao, La Cabra, etcétera, que amasan fidelidades cotidianas mientras quedan interiorizados en el paladar como iconos que «titanizan» las preferencias para futuras ocasiones. Por último, la «picaeta» con cerca de 50 tapas, aplaudidas y avaladas, resulta más que conseguida para convertirse en referencia.

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La excelencia del producto y el trato familiar no son dos características disociadas sino complementarias. Es un error desestimar las formas y los sabores porque influyen en todo y en todos. La cocina transita por la senda de la gastronomía para todos los paladares y bolsillos de manera ortodoxa mientras las tres P: prudencia, paciencia y perseverancia sustentan el negocio capitaneado por la segunda generación: Mario Lurbe acompañado de sus hermanos Jordi y Anabel.

Para Mario los recuerdos no son souvenirs del pasado; su conversación, regada de empatía natural, se convierte en plasma emocional bajo el paraguas de una tertulia con subtítulos vitales. La sobremesa es una llamada a las vivencias pretéritas.

Pero el tiempo es viajar y el recuerdo siempre se comporta de la misma manera a través de la memoria. Un día como hoy hay que alimentar el ilimitado poder de la nostalgia al recordar la figura del patriarca y pionero Mario Lurbe Moya que en 1970 fundó Casa Mario.

La sobremesa entrañable nos hace reflexionar sobre el antes y el ahora. Su «feeling» es indudable con la mayoría de comensales. La nostalgia regresa de un corto exilio convencida que vuelve a ser su momento para recordar a un buen número de clientes primigenios, cuyos hijos y nietos siguen sus pasos en el comedor y en la terraza.

La restauración popular escrutada y prestigiada, más que nunca, se ha hecho un hueco sin discriminar ningún producto. Establecimiento con una tripulación comprometida que no limita nuestras más vastas apetencias para hacernos casi mediopensionistas durante todo el año. Cuando alguien echa la vista atrás y se detiene en la evolución de Casa Mario ve que es un establecimiento que escapa a todo encasillamiento.

En un tiempo donde no existe la certidumbre, tan golpeado por la pandemia, tenemos que engrandecer y valorar la biografía de estos restaurantes que cumplen sus bodas de oro para afrontar nuestra propia existencia gastrónoma.

Casa Mario, cincuenta años de sabores y querencias.

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