Cuando todo esto acabe

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Rosa Muriel / ASÍ ES LA VIDA

14.10.20

Una de las preguntas más repetidas es ¿volveremos a las andadas o seremos capaces de aprender algo? Está claro que nos costará superar la crisis del coronavirus. Pero lo lograremos, aunque con un alto coste en muchos terrenos: vidas, empleos, pérdidas económicas, retrocesos en bienestar social, toneladas de angustia y miedo.

La cuestión es si volveremos o no al mismo tipo de vida, al mismo modelo productivo y a un mercado de trabajo precario, al mismo modelo de sociedad desigual, al ruido y a las prisas para encaminarnos hacia el abismo.

Si no somos capaces de sacar algunas enseñanzas básicas de esta crisis donde se ha evidenciado que lo importante es la vida y la salud, es que no tenemos arreglo como especie. Estamos viendo cómo se pierden vidas a chorro cada día, sin que seamos capaces de evitarlo, con una sanidad y unos profesionales desbordados y con la investigación reducida al mínimo cuando más se la necesita por aquello de que “sin ciencia no hay futuro”.

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Todas las vidas son igual de valiosas y, en ese sentido, no lo son menos las de las personas mayores a las que, desde una lógica productivista, parecería que se las da por amortizadas. Más bien al contrario, ellas que han sido las principales víctimas, son la memoria y la experiencia acumulada de nuestras sociedades, los referentes en cada familia.

Esta crisis ha demostrado lo imprescindible que es la sanidad pública y sus trabajadores. Los sanitarios se han enfrentado a la pandemia haciendo mucho más de lo que les correspondía, sin medios suficientes, arriesgando con ello su vida, intentando suplir con su esfuerzo y entrega las carencias en materia de prevención y seguridad que ha sufrido la sanidad pública; olvidando generosamente la precariedad en la que muchos realizan su labor y que ha llevado al Tribunal de Justicia de la Unión Europea a recriminar a España por ello.

La epidemia ha retratado a nuestro sistema sanitario, que no es tan maravilloso como creíamos y así lo pone de manifiesto el  dato del escaso número de camas, y de camas UCI, frente a las de Alemania por ejemplo, o el estar a la cola de la UE en gasto sanitario público. Por ello la conclusión es evidente: la Sanidad tiene que ser Pública y no debe estar sometida a recortes, a privatizaciones y a mantener sus trabajadores a la precariedad, aunque los ajustes de macroeconomía los haga aconsejables. Y habrá que tener en cuenta, a la hora de votar, qué partidos políticos se han dedicado a mutilar la sanidad pública y la han puesto contra las cuerdas.

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