El mejor rosado valenciano es un blanco

Les Prunes, uno de los vinos más curiosos y singulares del viñedo valenciano.- Imágenes, Javier Caravaca

Es un vino de Moixent, elaborado como blanco a partir de uvas tintas de mandó, se llama Les Prunes, pero su color es rosa

Domingo, 06 de septiembre de 2020

Javier Caravaca (@CaravacaJavi).-  El último proyecto de Celler del Roure es Les Filles D’Amàlia, en honor de la madre del fundador de la bodega, Pablo Calatayud. De él nace Les Prunes, uno de los vinos más curiosos y singulares del viñedo valenciano. Bajo el nombre reza blanc de mandó, una variedad endémica de la zona y casi extinta, es decir, vino blanco de uva mandó. Pero se trata de una variedad tinta, difícil de cultivar, delicada, motivo por el cual dejó de utilizarse cuando primaba la producción sobre la calidad y no importaba tanto la personalidad del terruño. Se elabora como vino blanco, sin maceración prefermentativa de las pieles con el mosto, pero el propio trajín de hacer las cosas de forma artesanal termina por dejarle un color rosado precioso. Cuatro horas, dice Pablo, a lo sumo, llega a estar el mosto en contacto con sus hollejos de forma inevitable.

Decimos que es el mejor rosado valenciano con respeto por todos los demás y sin ánimo de ser exhaustivos. También con permiso del Royal Ancestral de Pigar, que, aunque rosa, es espumoso, y por tanto harina de un costal incomparable. Pero también lo decimos con sinceridad, porque así nos lo parece. Los vinos rosados tienen, por fortuna con atisbos de mejora, muy mala fama, a fuerza de hacerlos con mala fe y poca gana, utilizando cosas que debieran haberse ido al desagüe. Pero un rosado no tiene por qué ser malo: si te gustan los tintos y los blancos, los rosados seguro que también, el color es lo de menos. De hecho, desde el blanco cristalino al tinto de negra capa, todo es un macerar menos o más tiempo la piel oscura con su pulpa. No hay más secretos. Por fortuna, decíamos, ahora hay viticultores que se atreven a elaborar vinos nobles de buena fruta con maceraciones ligeras de uvas tintas que resultan de color rosa y que satisfacen los paladares más exigentes. Este es el caso de Les Prunes, un rosado, o blanco si se quiere, fino y con clase como el que más, capaz de ganarse en una mesa la atención de todos sin importar a quién tenga de competidor. Si bien el vino más famoso de Celler del Roure es Maduressa, un tinto al estilo tradicional y de gran altura, o quizá los tintos antiguos elaborados en tinaja y aclamados por Luis Gutiérrez para Robert Parker, como Safrà o Parotet, a nosotros nos parece que el mejor de la casa es este vino sencillo de mandó, humilde, discreto, pero exquisito.

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Les Prunes 2018 tuvimos la suerte de catarlo directamente desde la tinaja centenaria en la que se cría, una de esas que tanta hermosura y singularidad le dan a la bodega. Fue un capricho que el equipo de Celler del Roure tuvo a bien brindarnos hace ya más de un año. Hoy lo volvemos a catar, bien vestido y en la mesa, sin prisa, y descubrimos que el trabajo paciente ha dado un fruto extraordinario, como suele suceder. A la vista tiene un color sedoso, si se nos permite la sinestesia. Pero es así, un rosa claro pastel, con brillo cobrizo, muy ligero, de buena luz. Rosa de lencería, para no andarnos por las ramas. En aromas es intenso y bien perfumado, rico de flor y mineral, con notas abundantes de frutas de agua, quizá nos recuerden al melón y a la papaya, tal vez a los prunos también, no lo vamos a discutir. En el paladar es sutilmente agridulce, como las frutas a las que recuerda de forma amable, cuyos matices vienen de vuelta más potentes cuando el vino se va, dejando un puntito vegetal sutil. Tiene una acidez exquisita y bien temperada, que cuando uno se pone con las sinestesias ya no puede parar. Acidez amplia, refrescante, jugosa, persistente, de esas que invitan a volver a empezar. Fresco es en suma, ligero también, pero con mucha personalidad, con garra castiza, con esa fuerza que se aviva en cada sorbo y te va iluminando el pecho de una forma especial y diferente. Elegante, para decirlo todo en una palabra.

No dejaremos la pluma sin reconocer el valor que Paco Calatayud, padre de Pablo, aporta con su alma al vino y a toda la bodega. Sentimos el amor del viñador en carne propia, y no se nos va a olvidar nunca.

Podéis conseguir alguna de las escasas diez mil botellas que se hicieron de este tesoro en www.vinosraros.es.

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