El pequeño jarrón

Img. Viento de las dos orillas blog.Img. Viento de las dos orillas blog.

Vicente Torres

04-08-2020

El ojo es la imagen tradicional de Dios. Todo lo ve. Lo que hacemos, lo que hemos hecho, lo que pensamos, lo que ansiamos, lo que odiamos, lo que amamos. Absolutamente todo. Es lógico que sea así. Cualquiera sabe todo eso de sí mismo y no quisiera que lo supieran los demás, pero tampoco deja de intentar penetrar en la mente del Otro. De ahí a la idea de que Dios lo ve todo, un paso.

El asunto del ojo es recurrente en Pilar Carpio. Un artista lo ve todo. En este caso, una artista. Se fija en el mundo, ve la vida pasar, sin duda que la vive también, en este caso sí, y todo lo que ve lo concentra en un detalle. Una síntesis puede simbolizar muchas cosas a la vez, representar un imperio de ideas, sentimientos, emociones. Un mundo interior intenso y extenso.

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Pilar mira el mundo, nos dice con sus obras que lo hace, y lo que ve lo vuelca después dentro de sí, y lo sueña. También nos dice con sus creaciones que sueña. El ojo de una buena persona lo ve todo, o casi. Y lo que no ve, lo intuye. Un malvado presta atención a las posibilidades que tiene de hincar el diente, de perjudicar, de hacer el mal, y en esas condiciones su campo de visión queda limitado.

El poeta, que es de todos, aunque algunos se lo quieren apropiar, lo dijo así: El ojo que ves no es / ojo porque tú lo veas; / es ojo porque te ve.

El pequeño jarrón, tan estilizado que induce a pensar en El Greco, tan elegante que remite a Petronio, parece estirar el cuello para ver mejor lo que ocurre, por si puede socorrer a alguien, por si puede ser útil a los demás.

Cuando una artista demuestra amar tanto a la vida, el mensaje que lanza con ello es que no puede engañar a nadie, no puede amanerarse, ni sucumbir a modas o presiones. La autenticidad está servida.

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