Antonio Gil-Terrón Puchades
30-07-2020
Hay un pasaje del Evangelio que siempre me ha chirriado y que por más vueltas que le he dado nunca he conseguido comprenderlo,.. hasta anoche.
Se trata del pasaje del Evangelio según san Mateo, 10,34-11,1: «En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz; no he venido a sembrar paz, sino espadas. He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa. El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí.»
Al leerlo, me chirrió como de costumbre, sin embargo y acto seguido, me fue concedida la iluminación espiritual necesaria para su comprensión.
La explicación es muy sencilla. Veamos.
Yo tengo mi fe y creencias cristianas muy marcadas, sin embargo éstas no tienen por qué coincidir con las de mis padres, esposa e hijos, y amigos. Así pues, me puedo encontrar con que al no haber concordancia con algunos de los antes mencionados, se monte una guerra dialéctica entre los otros y yo.
Es ahí cuando el creyente se puede ver en la tesitura de vivir en una guerra permanente dentro de su hogar, u optar por anteponer al ateo o blasfemo ser “querido”, a sus propias creencias, en aras de conseguir la paz familiar.
En mi caso, que afortunadamente nunca lo ha sido, la respuesta es tajante: No postergaré a Jesucristo a un segundo lugar en mi vida, por complacer a padre, madre, esposa, o hijos. Y si ello significa que quiero más a Jesucristo que a ellos, pues sea.
En cuanto a lo de coger la cruz, estoy en ello desde hace años, lo cual me legitima para poder afirmar lo cierto de lo predicado por Jesús:
«En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: ‘Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera’». Mt 11,28-30.
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