Podemos contra las cuerdas

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Javier Caravaca / POLÍTICAMENTE INCORRECTO

23-07-2020

Podemos saltó a la fama con siguiente idea: los políticos son unos corruptos, no se puede consentir, hay que eliminar a la casta. Con eso nos conquistó a todos, salvo quizá a los más escépticos, que recelaban del fondo de su ideología. Con el andar de la vida ha llegado al Gobierno y no solo no ha conseguido eliminar a la casta, sino que parece ser parte de ella, además de que se le ha levantado la falda con el aire y se le han visto las vergüenzas comunistas. A estas alturas de la historia, Podemos está contra las cuerdas, cabalgando contradicciones, entre el descrédito social, la prisión y la huida hacia adelante.

Los fundadores de Podemos dieron sus primeros pasos en Venezuela, dando consejo a Chávez y recibiendo dinero. Los lazos de amistad y financiación que los unen han sembrado muchas dudas, entre otras cosas porque la legislación actual los considera delitos. Podemos siempre ha presentado a Venezuela como un ejemplo de política exitosa, de prosperidad y libertad democrática, para mejorar la vida de la gente. La realidad venezolana de hoy evidencia tal ruina y fracaso que cualquier asociación con ese régimen les desacredita. En veinte años, Venezuela a pasado de ser la primera potencia hispana de América a uno de los países más pobres del mundo. La tiranía, la corrupción, el éxodo, el hambre y la muerte no son ejemplo de un Estado admirable.

La relación entre Podemos y el Gobierno de Irán tiene en la mesa de los jueces delitos de blanqueo de capitales, malversación de caudales públicos y administración desleal. Desde 2012, la Policía informa de transferencias por valor de 9.3 millones de euros de origen iraní, casi todas desde Dubai, a través de bancos intermediarios para dificultar la trazabilidad del dinero. 360 Global Media es la receptora, empresa productora de La Tuerka y Fort Apache, programas que se emitían en HispanTV, de donde Iglesias y otras estructuras de Podemos recibían dinero a su vez. HispanTV es un canal iraní para la difusión del régimen de los ayatolás en los países de habla hispana. Cuando Iglesias fue nombrado vicepresidente hace unos meses todos estos lazos desaparecieron. Quizá el blanqueo de capitales, la malversación y la administración desleal sean pecata minuta, tal vez puedan achacar esos delitos a las cloacas y a la conspiración que existe para desacreditar a Podemos, pero siempre quedará la preocupación de que Irán es una dictadura sustentada en una teocracia islamista.

El caso Dina también sacude la imagen honorable de Iglesias. Resultaba cómodo señalar a Villarejo, a las cloacas del Estado, a Inda, como conspiradores contra él para que Podemos no alcanzara nunca el poder. Sin embargo, está en el poder, y el paso lento de la justicia ha sacado a la luz otra versión de los hechos que sitúa al vicepresidente en el centro de la cloaca: robo de la tarjeta, ocultación de la tarjeta, destrucción de la tarjeta. Sin darse cuenta, Iglesias puede pasar de víctima a criminal por delitos contra la intimidad, obstrucción a la justicia, denuncia falsa y destrucción de pruebas. Quizá se escape, pero la duda quedará: qué habría en la tarjeta para que Iglesias tuviera tanto empeño en esconderla y destruirla.

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El pueblo llano de izquierdas, el currante, se siente confundido también. Le gustaba ver a un joven con coleta y mal afeitado quejarse de los políticos corruptos, de las puertas giratorias, del mamoneo de las eléctricas, y hacerlo con naturalidad, llamando a los hijos de puta por su nombre. Le gustaba pensar que ese chico que vivía en Vallecas y usaba el metro era de los suyos. Ahora, desde una lujosa casa a las afueras de Madrid, protegida por una legión de cuerpos de seguridad, desconectado del albañil que se tuesta bajo el sol de julio en un andamio, recibe la crítica ya no solo de la derecha, sino de mucha gente que no llega a fin de mes. El hombre de izquierdas, si no es fanático, ya no se ve representado por Iglesias.

Podemos siempre supo sacar partido de la dicotomía marxista de opresores y oprimidos. El ejemplo más brillante ha sido el feminismo. Ante una clientela potencial de la mitad de los votos, pues mujeres son la mitad, Podemos buscó la manera de confrontar a las mujeres con los hombres, de enfatizar sus diferencias, de crear una sensación de opresión y enemistar a sus seguidores contra una entelequia infame: el patriarcado. Después de todo este tiempo, lo único que han conseguido es aumentar el resentimiento y ensuciar una causa noble. Tanto es así que ya son muchas las voces feministas que reman en la dirección contraria, que no se creen el feminismo de Iglesias, que piensan que eso del derecho a la elección de género es una mierda y que el ministerio de Igualdad no está haciendo nada en favor de la igualdad. También hay muchas mujeres que no se sienten oprimidas por una sociedad machista, sino que a su alrededor ven una sociedad tranquila en la que desarrollarse libremente, quizá imperfecta y mejorable, pero que no necesita las ideas de Podemos para ser mejor.

Como consecuencia de todo ello, en Galicia han perdido todos los diputados y en Euskadi la mitad. Aun con un discurso plurinacional, defendiendo la autodeterminación de los pueblos, en contra del centralismo y a favor de las periferias, sus votos se han ido a otros partidos regionales de izquierda, y no a la derecha. En un terreno óptimo para su ideología, no consiguen convencer. No les irá mejor en Cataluña, y sospecho que tampoco en ningún otro rincón. Son demasiados reproches los que tienen que asumir, y aun desde el Gobierno, que todo lo puede, no son capaces de generar confianza.

Y para terminar de apretar el nudo de la soga, reciben la ayuda de los frugales. Me temía que la firmeza del comunismo de Iglesias terminara por romper la negociación, renunciar a la ayuda, salir de la UE, abandonar el euro, poner en marcha la vieja impresora de pesetas y subirnos en una montaña rusa de inflación que desembocara en un Estado socialista de verdad, como Cuba o Venezuela. Y seguro que sus más fieles seguidores así lo deseaban. Sin embargo, Podemos ha firmado el acuerdo para la ayuda económica. Eso significa que su agenda política se abandona en lo económico: reforma laboral, salario mínimo, sistema de pensiones, renta mínima vital, límite de endeudamiento, equilibrio presupuestario, déficit, impuestos… Lo que va a pasar es todo lo contrario a lo que llevan en su programa. Me alegro de que así sea, porque considero que sus ideas no ayudan a quien más lo necesita, sino que favorecen la pobreza y el atraso. Pero van a perder la poca credibilidad que les queda delante de sus votantes cuando recorten las pensiones y los salarios de los funcionarios, cuando suban el IVA y los impuestos a todo el mundo, cuando no cumplan ninguna de sus promesas y le echen la culpa a Bruselas por un acuerdo que han firmado ellos, vendiendo sus ideales por 140.000 millones de euros. Yo lo celebro, pero si les hubiera votado me sentiría engañado.

La política, dice Iglesias, va de acumular poder. Veremos si lo consigue, aunque todo lo que sucede le arrincona contra las cuerdas. Cabalgar contradicciones, sí, pero tendrá que demostrar una pericia hípica legendaria. Puede terminar en el consejo de administración de una empresa del IBEX, en la cárcel o de presidente de la república comunista de los pueblos españoles. No veo más posibilidades. Lo de eliminar a la casta, meter en la cárcel a los corruptos y llamar hijos de puta a los hijos de puta nos parece bien a todos, en eso nadie discrepa. Pero eso no significa que Iglesias y Podemos no sean más de lo mismo, por muy de izquierdas que digan ser. En nuestras manos queda su futuro.

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