Que no nos quiten la primavera

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Poesía, belleza, ternura e ilustraciones en un texto profundo, sugerente, escrito para mujeres

Sábado, 20 de junio de 2020

Javier Caravaca

Ahora que la Tierra se acerca al sol, ahora que los días son cada vez más largos y están a punto de llegar a su cénit, me pongo nostálgico, como siempre, y pienso que pronto la luz de los días empezará a menguar. Que se me acaba la primavera, el renacimiento, el resurgir de la vida y… empieza la madurez y el ocaso. No quiero perderla, ni que me la quiten.

Así llama mi atención este libro ilustrado, uno de esos libros que gusta tocar, con sus páginas sedosas, y apetece ver entre las piernas, lleno de luz y de colores. De esos que te quedas mirando ensimismado sin pasar la página, acariciando una mariposa con el pulgar. Combina texto poético e ilustración, ensamblados para proyectar ideas más profundas, no siempre más claras, pero sí más sugerentes. La letra es de María Vaquero, escrita para mujeres, sobre mujeres. Yo, curioso como soy, me cuelo en ese vallado a ver qué se esconde tras la verja. La imagen, en cambio, es trascendental, obligada para todo el mundo, rebosante de metáforas que dejan un halo de insinuación, una poesía finísima de gran altura. Vanessa Estefa gobierna ese pincel con una dulzura asombrosa. En algunas pinturas me pasa que me quedo encandilado y me sobra el texto, que la idea surge tan limpia y tierna del pincel que no necesito la explicación, incluso me transporta hacia lugares más más elevados y amorosos que la letra no había pretendido alcanzar.

Los poemas de María están impregnados de resentimiento, de un rencor femenino que se queja encabronado, que protesta contra entelequias alimentadas por la ideología. Los dibujos de Vanessa, en cambio, dulcifican la palabra con primor, la envuelven en un manto suave de ternura: el pie de una bailarina, la nuca esperando una caricia, la lágrima entre las pestañas, la sobredosis de flores en una jeringuilla, la boca abierta, la cadera desnuda en un columpio, la mirada feliz. Me resulta increíble descubrir cómo de un sentimiento tan gris como el que expresa el texto puede nacer una belleza tan colorida y enriquecedora como la que proyectan las ilustraciones.

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Son tristes los poemas, sombríos, enfadados. Están salpicados de resaca, problema, ruido, taxis, estúpido, asfalto, humo, desgracia, putada, otrxs, miedo, oscuridad… Incluso los que pretenden expresar sentimientos más dulces se manchan con detalles como mierda, jodida felicidad, jodidamente bonito. Los cuadros son todo lo contrario: ballenas azules, niñas desnudas, tobillos hermosos, dedos y libros, párpados y vientres, estrellas, besos, árboles, corazones y planetas. No solo son preciosos, sino que además son inteligentes y profundos, cargados de belleza poética, de significado, de sugerencias sutiles, de delicadeza, de amor. Algunos valen lo que un libro entero.

Sufrido lector, si eres una mujer que a su alrededor solo ve los picores del machismo, los residuos del capitalismo y el humo de la civilización, en las líneas de María encontrarás una cueva perfecta en la que reforzar tus emociones. En cualquier otro caso, también en ese, las pinceladas de Vanessa iluminarán unas horas de tu vida con una belleza exquisita y liberadora, y reconocerás un estilo inconfundible que merece el nombre de arte. La primavera no se la va a quitar nadie, de sus manos brota sin cesar.

*Que no nos quiten la primavera.

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