El tren de la vida

Img. Rosa Muriel

Rosa Muriel / ASÍ ES LA VIDA

31-05-2020

Lo verdaderamente asombroso es que la inmensa mayoría de las personas no luchan por ser alguien, sino por tener algo, no se apasionan por llenar sus almas, sino por ocupar un sillón, no se preguntan que tienen por dentro, sino que van a ponerse por fuera. Tal vez sea está la razón por la que en el mundo hay tantas marionetas y tan pocas, tan poquitas personas.

Aunque todos sabemos que la fama, el prestigio y el poder suelen ser simples globos hinchados, nos pasamos la vida peleándonos por lo que sabemos que es el aire.

Admirar a la gente es una de las mejores maneras de no tener envidia. Tengo tantas cosas que aprender de aquellos de quienes admiro, que no sé para qué perder el tiempo en envidiarles.

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Si un telediario nos habla de una catástrofe en la que murieron cinco mil personas, pensamos y sentimos compasión por ellas durante dos o tres minutos. Pero si nos duele el dedo meñique, invertimos en auto compadecernos las veinticuatro horas del día; salir de nuestro propio dolor es casi un milagro, y habría que empezar por ahí.

Consiguen la felicidad quienes recuerdan siempre que la fortuna, el éxito, la gloria, el poder o el bienestar, pueden aumentarla cuando ya se tiene pero que darla, sólo la da el cariño y el amor.

Lo más importante es descubrir cuál es mi meta, y luego buscarla como una mezcla, a partes iguales, de ilusión y de realismo. Sólo con realismo te quedarás a ras de tierra, sólo con ilusión te romperás las narices.

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