¿Porqué cierra Nissan?

Porqué cierra Nissan. /Img. JCPorqué cierra Nissan. /Img. JC

«El presidente de Nissan Europa lo tiene claro: “no había una solución viable para el futuro de la fábrica de Barcelona”. ¿Puede ser eso cierto? Pues veamos»

Viernes, 29 de mayo de 2020

Javier Caravaca (@Caravacajavi).-  Esta mañana la firma japonesa ha comunicado el cierre de su producción en Barcelona, con la consiguiente pérdida de más de 3.000 empleos directos y más de 25.000 indirectos. Pedro Sánchez aseguró que eso no iba a pasar, aquí dejo el tweet.

Por otra parte, la ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto, había trabajado mucho en el asunto y según ella “se ha llegado a una ley en la que el sector de la automoción está cómodo.” Lo sostenía sobre conceptos como “marca España”, o que el sector de la automoción será protagonista en la transición ecológica. En todo caso, hace una semana aseguraba que Nissan no se iba marchar, “al ser más rentable invertir que asumir el coste del cierre, que podría superar los 1.000 millones de euros”. Además, mirándolo con más perspectiva, intuía que “la planta de Barcelona tiene carácter estratégico, ya que abandonar la Ciudad Condal y España es abandonar la Unión Europea, con el consiguiente coste reputacional en un mercado de más de 500 millones de habitantes.” Entonces, ¿por qué deciden cerrar? Bueno, el presidente de Nissan Europa lo tiene claro: “no había una solución viable para el futuro de la fábrica de Barcelona”. ¿Cómo es posible? Pues veamos.

1. La empresa pasaba por dificultades desde hacía tiempo, su valor bursátil ha descendido un 62% desde 2018, fruto de sus exiguos resultados económicos. Que una empresa quiera ordenar su estructura para ser rentable quizá sea legítimo y prudente.

2. La coyuntura política en Cataluña lleva varios años ofreciendo incertidumbre para los inversores, con un proceso de secesión en marcha, dirigentes en la cárcel y un gobierno frágil. Retirar el dinero de donde no hay garantías de conservarlo es algo sensato y común.

3. Desde el estado de alarma, el Gobierno ha obligado a cerrar la producción y asumir pérdidas indefinidamente, y además el futuro sigue siendo aún incierto, porque no hay ninguna estrategia firme y las instrucciones del Gobierno cambian de un día para otro. Sin ánimo de criticar esta actitud, es lógico que ante la sospecha de ruina uno prefiera hacer las maletas, asumir pérdidas y detener la hemorragia.

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4. Desde Madrid están preparando una reforma fiscal para hacer frente al descenso de los ingresos por impuestos, y según el tono que utiliza Podemos, parece que las grandes empresas pueden ser las más perjudicadas. De hecho, el Gobernador del Banco de España no duda dónde hay que subir los impuestos, IVA, IRPF, Sociedades e Impuestos Especiales, y propone darle una vuelta a “la imposición que recae sobre algunas empresas multinacionales”, pensando en que paguen impuestos aquí y no en otro sitio menos gravoso. Sin entrar a juzgar lo prudente o no de esa ideología, es obvio que esas trompetas suenan a muerte y lo menos que puede hacer cualquier multinacional es salir corriendo mientras sea posible.

5. Los empleados de Nissan llevaban en huelga indefinida desde el 4 de mayo. El día 22, la ministra de Industria comentó al respecto que “son muchos días de huelga, están defendiendo su empleo y les quiero trasladar que el Gobierno está apoyándolos y estamos trabajando con la dirección de Japón para defender las plantas españolas.” Es legítima la huelga y la exigencia de condiciones, y muy noble el apoyo del Gobierno, pero ya se sabe que una situación así indefinidamente lleva a cualquier empresa a la quiebra.

6. El Gobierno está comprometido en derogar la reforma laboral. Sin entrar en detalles, debido al color político de los que secundan la propuesta podemos sospechar que la nueva ley será mucho más amable con el empleado que con el empresario, lo cual se traducirá en el descenso de la rentabilidad de la empresa. Nissan tiene un margen neto del 0.5% sobre su negocio, con lo cual el más leve deterioro de sus resultados les llevaría a pérdidas. Favorecer las condiciones laborales de los trabajadores puede ser un propósito noble, pero si acaba con el margen de beneficios de la empresa es razonable que esta desaparezca también.

7. Ada Colau y su equipo de alcaldía exigían hace unos días un plan para evitar que la industria del automóvil se reactivara tras el coronavirus. Reconozco que me cuesta entender los fundamentos de tal iniciativa, pero es evidente que ocurrencias como esas ponen a los empresarios ante decisiones difíciles.

8. El entorno político es inestable y de futuro incierto. El Gobierno es débil, se sostiene en un partido comunista y unos pocos separatistas, además de ser socialista de base. La información que transmiten refuerza esos principios. Quizá que el país se divida en pedacitos nacionalistas sea una gran idea, quizá el comunismo sea el camino para encontrar la felicidad de los pueblos, quizá el socialismo sea el sistema más justo de convivencia y de igualdad, no lo pondremos en duda hoy, pero es obvio que ante tal escenario una empresa multinacional puede tener dudas sobre la conveniencia de quedarse.

Tal vez sean motivos suficientes para que la empresa no vea negocio y prefiera cerrar. En cambio, los sindicatos y los políticos de corte emocional dicen que la planta de Barcelona es viable y que deben tener más respeto por los trabajadores, que no se pueden ir sin más. Algunos incluso amenazan, como el teniente alcalde de la ciudad: “les diremos que a la compañía le va a salir muy caro y que hay otras alternativas.” ERC acusa a Nissan de “primar el reparto de dividendos y la rentabilidad por encima de cualquier afectación” sobre su plantilla. La afirmación es falaz, ya que Nissan reparte el 2% de los beneficios en dividendos, y recordemos que tiene un margen solamente del 0.5%: a ver, el 2% del 0.5% es un 0,001%, hay que ser muy ignorante para decir que eso es lo que prima y no los empleos, olvidando, de paso, que no se puede mantener una empresa con pérdidas. Por su parte, el presidente del comité de empresa ha asegurado que van a revertir el cierre y hacer que la automovilística tenga un futuro en Cataluña, “vamos a seguir en la calle luchando.” CCOO también es muy optimista: “es una decisión condenada al fracaso, porque este país no permitirá que acaben con la historia de 100 años de una empresa.” Es posible que entre el comité de empresa y los sindicatos no arreglen nada, pero al trabajador le dejan pensando que luchan por él. No obstante, Iglesias, Rufián y la CUP tienen la solución: “nacionalización y producción con criterios ecológicos.” Nos recuerdan que igual que el PP nacionalizó Bankia en 2008 se puede hacer con Nissan y no pasa nada, porque eso no es de derechas ni de izquierdas. No, claro, eso es simplemente una estafa al contribuyente, quitarle el dinero para levantar a una empresa en quiebra, que estaría mejor enterrada y dejando sitio para otros emprendedores más solventes. Es triste que 25.000 personas se vean afectadas, pero en España hay 47 millones, y también es triste empobrecerlos a todos con nacionalizaciones ruinosas.

En conclusión, si uno mira desapasionadamente los números de Nissan y el escenario futuro previsible en Barcelona, parece prudente que hayan decidido el cierre. En este mundo, las empresas son entes jurídicos que emplean personas y recursos para generar bienes y servicios, a partir del dinero de los inversores. Si tienen beneficios, los empleos se mantienen, los Estados cobran impuestos, la sociedad recibe los bienes y servicios y los inversores rentabilizan su dinero. Las ideas encaminadas a dificultar la actividad de las empresas, los impuestos elevados, la incertidumbre política, la ideología anticapitalista, etc., conllevan pérdidas. Cuando una empresa tiene pérdidas debe cerrar, y se pierden los empleos, los impuestos, los bienes, los servicios y el dinero invertido. Sería bueno que los trabajadores de Nissan tuvieran esto claro y reflexionaran sobre por qué van a perder su empleo. Y nosotros también.

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