No es ya que tanto Robinson como Cruyff sacaran partido de sus defectos en el campo lingüístico, sino que los potenciaban como si fueran humoristas
Martes, 28 de abril de 2020
Francisco Mares
Cuando algo tiene su algo, emociona aunque era algo esperado. No fue por el virus aguafiestas Covid 19, pero 2020 ya es el año en que en Pamplona se quedaron sin sanfermines y sin Michael Robinson. Premonitoriamente, Robinson nació en Leicester, un 12 de julio en plenos sanfermines. Británicos no faltan por esas fechas en Pamplona. Tenía 61 años y un cáncer incurable diagnosticado el año 2018. Las muertes que por una u otra razón está ocasionando este periplo de confinamiento, obligan sin dilación a dedicar mucha atención e inversión en Sanidad, Ciencia e Investigación. Actualmente sólo el 25 por ciento de casos con el tipo de cáncer que padeció Robinson tienen curación.
No hay que olvidar las muertes por Covid que siguieron a la semana de Pascua: Landelino Lavilla, Enrique Múgica, Juan Cotino (en víspera de otro juicio por la trama Gurtel) Lorenzo Sanz o Jesús Calleja.
Michael Robinson, el beatle español, debutó en el Preston North End. Su primer equipo grande fue el Manchester City. Su gran triunfo fue con el equipo del que era fan: ganó un triplete con el mejor Liverpool (Liga, Copa y Champions ante la Roma en la temporada 1983-84). No cambió sus colores y en España se lo pasó pipa jugando en el Osasuna. Al buscar en el mapa donde estaban ubicados los diablos rojos de Osasuna no lo encontró. Cuando lo hizo ya no cambió Navarra por nada. Si acaso por Cádiz y en general por España. Esa España que ahora peligra: la de sol y fiesta, la de bar y tapa, la de la vida al aire libre. No se vio truncada su trayectoria por ello. Fue por una lesión de rodilla a los 30 años. Robinson fue un delantero notorio y es un caso especial porque también lo fue como periodista. No fue un colaboracionista, ni un actante, ni un florero puesto por el nombre y aportó a los medios la profundidad y calidad que no le faltaba como jugador. Por eso mismo pasó de colaborador a tener su propio programa, Informe Robinson, tras brillar ya como analista futbolístico en ‘El día después’.
Entre los buenos futbolistas que fueron buenos periodistas, hay dos tan contrarios en su retórica como indispensables en su conocimiento. Valdano hizo arte con la crítica deportiva sin perder en profundidad. A recordar la descripción de Romario como un jugador de dibujos animados. Una radiografía del futbolista y de la persona al mismo tiempo. El único con el que la mano de hierro de Cruyff hizo excepciones, como dejarle más días de vacaciones o ir al carnaval a cambio de goles. Rendimiento neto por fiesta. Ese era el trato y Romario cumplió, demostrando que el paraíso no sólo no es incompatible con el trabajo sino que lo inspira más que la disciplina.
Robinson no era un artista del lenguaje como Valdano ni como Cruyff, pero tenía la profundidad del primero y aunque no el surrealismo del segundo, sí sus carencias con el castellano y de esa combinación salía una síntesis de notable originalidad. Sus lapsus linguae no le impidieron comunicar mejor que si fuera nativo porque tenía que decir mucho, bueno y auténtico. Cuando la idea que se tiene en mente tiene valor y, como Robinson ya fuera jugador o comentarista, se da todo para ir a por ella, con más o menos medios o recursos, sucede lo que decía su otro yo por el estilo y es que se pone la gallina de piel. No es ya que tanto Robinson como Cruyff sacaran partido de sus defectos en el campo lingüístico, sino que los potenciaban como si fueran humoristas prefiriendo, una vez ya tenían palabras suficientes en el idioma de acogida, no perder más tiempo con la gramática y utilizarlo para profundizar en la idea, en el contenido y en el fondo más que en el discurso. En el peor de los casos siempre podrían expresarse en versión original. ¿No hay tecnología y subtitulos? Pues que mejor que la transcripción de lo que uno quiere decir en el idioma mamado. Tampoco iban contra el negocio de los idiomas, puesto que daban más cancha a los traductores.
Robinson tenía también como periodista la nobleza del fútbol inglés: ese fair play que también se ha visto alguna vez en la catedral de San Mamés, siendo el Athletic sucesor del fútbol británico en la liga española. El seny que hace que en los estadios se pueda reconocer la calidad del adversario y aplaudirlo sin necesidad de hacer la jugada del siglo o de ser bueno en todo como Messi. En este campo, a la autenticidad de Robinson se suma la sinceridad que entre los comentaristas que nos quedan atesora el Lobo Carrasco.
Si hay un himno que pone la gallina de piel es el himno del Liverpool. Su letra tiene el espíritu de la canción del Dúo Dinámico, que es el himno ante la crisis del Covid 19, e incluso comparten verso idéntico: aunque los sueños se rompan en pedazos. Robinson pudo mamar los dos y sigue su camino.
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