Lo que nadie se atreve a decir del virus

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Javier Caravaca / POLÍTICAMENTE INCORRECTO

18-03-2020

Me resulta asombroso que entre tanto vocero no haya uno, ni uno solo, que se atreva a decir la verdad sobre el coronavirus de moda. Nadie tiene la valentía de salir a la palestra y explicar lo que nadie explica. Y tampoco parece haber ningún experto que se digne a hacerlo. Sospecho que se expone uno al escarnio y al linchamiento, a que le acusen de frivolizar, de no respetar a los enfermos, y puede que sea humano callarse y mirar para otro lado. Supongo que llevarle la contraria a todos los periodistas, a todos los gobiernos, a todos los médicos y a la OMS es demasiado. Pero yo no aguanto más.

El coronavirus más famoso en nuestros días se llama SARS-CoV2. Pertenece al dominio acytota, que engloba los siete grupos de virus conocidos. Concretamente pertenece al reino Rivoviria, el de los virus de ARN, a diferencia de los virus de ADN como podrían ser la viruela o el herpes. Más concretamente, es del tipo ARN monocatenario, entre los cuales el Ébola o la Hepatitis A son de los más conocidos. Estos virus de ARN monocatenario se clasifican según su polaridad, positivos y negativos. El nuestro es de los negativos, que forman el llamado Grupo IV. Hay tres órdenes dentro de este grupo, y muchas familias y géneros todavía no asignados. El SARS-CoV2 es del orden de los Nidovirales, los cuales afectan a vertebrados. Con esta pequeña introducción uno se puede hacer una idea del sinfín de especies víricas que existen. Gripe, Sarampión, Rabia, Fiebre amarilla, Rubeola, Resfriado común (Rhinovirus), son solo algunos ejemplos de virus con ARN monocatenario. Pues bien, dentro de los Nidovirales, está la familia coronaviridae, que ya empieza a sonar como queríamos. Estos coronavíridos afectan a mamíferos y aves, son responsables de muchos resfriados y no suelen causar enfermedades graves. Entre ellos, están los de la subfamilia orthocoronaviridae, que llamamos coronavirus simplemente. Hay 39 especies conocidas, entre ellas el SARS-CoV. Nuestro SARS-CoV-2 es una subespecie de ese. COVID-19, por cierto, es una enfermedad, no un virus. Lo digo por esos analfabetos que lo han puesto en el BOE, también por esos otros que no paran de vomitar noticias desinformadas con ese error. Así vamos, ese es el grado de conocimiento que tienen.

Esta prolija exposición taxonómica no pretende ser un adorno. Quiere poner, simplemente, al virus en contexto, para relativizar la importancia que tiene en la salud humana. En ese contexto general, muy poca. El Sarampión causó 140.000 muertes en el mundo en 2018, aunque tenemos vacuna y barata. Las Hepatitis víricas mataron a 1.340.000 personas en 2016, y tenemos una artillería considerable de retrovirales. Echando la vista atrás, la viruela se llevó por delante 300 millones de personas en el s. XX, y tan fresca, aquí sigue con nosotros. El caso es que existen tantos virus que si nos ponemos a contar estadísticas enfermamos con solo leerlas. Por ponerlo en un contexto todavía más ridículo, en 2018 en España murieron 3143 personas por caídas accidentales.

Coronaviruses/Img. JC

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Ahora bien, si los coronavirus fueran muy letales, tendría sentido asustarse. Sin embargo, afectan a las vías respiratorias, principalmente en invierno y primavera, con efectos leves de fiebre e inflamación de garganta y en algunos casos bronquitis o neumonía, tanto viral directa como bacteriana secundaria. No hay más. Es cierto que las neumonías causan muchas muertes, pero si las desglosamos por causantes, entre neumococos, bacterias, hongos y gripes los coronavirus palidecen. Aun así, los fallecimientos por neumonía están asociados a sistemas inmunológicos débiles, patologías cardíacas, enfermedades pulmonares crónicas, etc., con lo que la causa única de la muerte queda diluida. Y estoy mencionando coronavirus en general, el SARS-CoV-2 es solo uno entre tantos. Hay otras seis cepas, que se sepa, que afectan a humanos.

Alguien con autoridad sanitaria debería haber dicho ya que casi todos los infectados de coronavirus no se van a dar ni cuenta, pues cursarán con una sintomatología a la que están acostumbrados. Es más, alguien debería decir, para tranquilizar a la gente, que casi todo el mundo se infecta de algún coronavirus, antes o después. Repito, casi todo el mundo. No puede ser de otra manera, llevan más de cinco mil años infectando personas, y no es un decir. Si no morimos es porque la naturaleza ha dispuesto un sistema inmunológico que acaba con las infecciones en general. No hay mejor remedio que ser fuerte y tener buen humor.

La OMS dice que la solución es «test, test, test». Me empieza a preocupar el nivel de las autoridades. O están desinformados o están interesados, no sé qué es peor. Hacer tests de SARS-CoV-2 para ver si cualquiera está infectado es tan inútil como absurdo. Y diría más, es alarmante y contraproducente, porque eso de llevar la cuenta hace que aumente el pánico. Si alguien tiene una neumonía y es un paciente de riesgo tiene sentido el test, para acertar mejor el tratamiento, pero hacerlo a lo tonto es… eso, tonto, además de peligroso. Si pudiéramos saber cuántos virus tenemos en el organismo en este momento todos los humanos nos daba un infarto. Si vas al médico algo te sacan, decía mi abuela, que siempre llevaba razón. Nos enfrentamos a muchísimos virus en la vida, la mayoría de los cuales causan síntomas respiratorios, y nos ocurre todos los años. No pasa nada, no hay más secretos.

La solución es pues el aislamiento, claro. Hasta cuándo pensamos mantener el aislamiento, las mascarillas, el guante de látex, el metro de distancia, el lavado de calles con lejía, las puertas cerradas, la desinfección constante de las manos. ¿Hasta cuándo pensamos no besar a nuestros amigos? Los virus van a estar ahí esperándonos en la calle toda la vida, y son muchísimos. ¿Nadie se da cuenta de la estupidez?

Sin embargo, y esta es la tragedia de verdad, el pánico es una de las causas de muerte más infalibles. Nuestro sistema inmunológico es muy susceptible al estrés y a la ansiedad. Se debilita con las malas noticias, con la angustia y con el pesar. Y por esa puerta entra a robarnos la salud cualquier virus desaprensivo, cualquier diminuta bacteria, cualquier tontería. Y entonces te mata, claro que te mata. Cuando todo nos sale mal, cuando sufrimos, cuando nos exigen más de lo que podemos hacer, cuando no estamos bien, cuando la sombra de la tristeza nos abruma, caemos malos con frecuencia. Sin embargo, cuando estamos felices, enamorados, contentos y llenos de ilusión somos invulnerables como los elfos. Nuestro sistema inmunológico tiene esa virtud, es como un ejército de nosotros mismos pequeñitos. Pero mira tú por dónde vivimos en estado de alarma, decretado a volantazos de irresponsabilidad y de ignorancia. Lo mejor para la calma es dar la alarma, claro, provocar el pánico, confinar a la gente, asustarla, bajarle los pantalones y meterle una lavativa de anticuerpos. Alarma por el miedo a un problema que nunca existió, esa es la tragedia.

El miedo sí ha causado un gran número de gente preocupada y probablemente muchas patologías que no debieran haber sucedido, lo cual colapsa el sistema sanitario más eficiente. Eso es un problema grave que hay que resolver. Meter más miedo no es la mejor manera. El coronavirus se extiende a su ritmo, como siempre, pero su fama se ha hecho viral como un meme. En sí no es muy relevante, pero el pánico es devastador. La ignorancia de los periodistas, la incompetencia de los gobernantes y la ingenuidad de los ciudadanos nos ha abocado a una situación peligrosa cuyas consecuencias sanitarias nunca sabremos valorar. Virólogos y epidemiólogos tienen también su parte de culpa, por no tomar la palabra y poner un poco de orden en algo tan obvio. Y por si fuera poco dañar la salud de las personas mientras dices que proteges su salud, las medidas propuestas aquí y allá traen como consecuencia irreversible un desastre económico que acabará con la vida y la felicidad de millones de personas. No nos hacemos una idea de lo mortífera que llega a ser la pobreza.

Sé que muchos conocen perfectamente todo esto, pero no lo dicen, no sé por qué. Vendría bien que se pusieran manos a la obra y le diéramos la vuelta entre todos a este disparate antes de que sea demasiado tarde. Después ya hablaremos de quién cometió el crimen de lesa humanidad.

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