Vicente Torres
01-03-2020
No estuve en el coloquio en el que, moderado por Emilio Lamo de Espinosa, participaron ambos expresidentes del gobierno. Me sirvo de un artículo de Jon Juaristi para referirme a él.
Lo que une a ambos es que no son capaces de hacer autocrítica, de darse cuenta de que el esperpento político que vivimos los españoles es consecuencia de las semillas que sembraron ellos y que ha germinado en la catástrofe que solo los sectarios no ven, pero llegará el momento en que no tendrán más remedio que abrir los ojos.
Felipe González podría utilizar el predicamento de que inmerecidamente goza para avisar al personal del peligro que supone el Felón, para España y para la democracia. Pero sus convicciones democráticas siempre han sido escasas -bajo su mandato se liquidó la independencia del CGPJ y se intervino Rumasa a lo bruto-, y su generosidad, inexistente.
En la mano de Felipe González estuvo la posibilidad de hacer una Constitución que, lejos de ser la serie de concesiones entre unos y otros, con ventaja para los nacionalistas, hubiera sido un marco de convivencia en torno a los grandes valores democráticos, relegando a éstos a la insignificancia que entonces tenían. Pero en Felipe González siempre han prevalecido el sectarismo y el odio a la derecha, así que no es de extrañar que el partido que refundó haya girado siempre en torno a estos nefastos sentimientos. Lo raro es que haya tenido afiliados inteligentes y honrados, como ha sucedido, sin que se dieran cuenta de todo eso.
Lo de Aznar también es de nota. Prometió devolverle al CGPJ la independencia que le había arrebatado su antecesor y no lo hizo, lo cual es una bellaquería. Tampoco pensó nunca en dar la independencia al Fiscal General del Estado, con las consecuencias que estamos viendo ahora, y le dio a Pujol todo lo que le pidió, la cabeza de Vidal Cuadras y la infame AVL, entre otras concesiones.
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