Carmen Calvo y las gafas de la verdad

Carmen Calvo/Img. LV

Vicente Torres

13-02-2020

La egabrense debería saber que la verdad y la cara dura no son compatibles, no maridan bien, que dirían los cursis, como lo son esos podemitas que imponen su ley en el gobierno.

Ha dicho ella: «La democracia ha de mirarse a sí misma con las gafas de la verdad».

La democracia no puede mirarse de ninguna manera, y mucho menos ponerse gafas. Quienes podrían hacerlo son los demócratas, y en el gobierno del que forma parte esta señora no hay ninguno. Por sus hechos los conoceréis, dice la Biblia. Un demócrata respeta a su adversario ideológico, no lo tiene como enemigo, ni incita a que se le odie.

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Un demócrata no se sirve de actividades con las que supuestamente se pretende hacer justicia de forma retroactiva para tratar de aniquilar políticamente a sus adversarios ideológicos.

Un demócrata no confunde la posverdad con la verdad, ni se cree en posesión de esta. Ni tampoco miente sistemáticamente, como es el caso del señorito al que obedece y cuida con mimo la señora egabrense, de la cual los demás egabrenses no tienen motivos para sentirse orgullosos. Y si se da el caso, que santa Lucía les conserve la vista.

Un demócrata jamás formaría gobierno gracias al apoyo de partidos totalitarios, como es el caso de los comunistas de Podemos, de los racistas y xenófobos como Torra, de delincuentes como Junqueras, de terroristas como Otegui, o de golfos como Urcullu.

Esta supuesta demócrata, cuyos hechos desmienten que lo sea y es obvio que ella lo sabe, se mantiene gracias al odio que define a las malas personas y que sirve de sustento y apoyo a los malos políticos. El odio no tiene nada que ver con la democracia.

Un demócrata, en el caso concreto de España, sabe que hoy por hoy, el Rey representa a todos los españoles. Y el gobierno actual no respeta al Rey.

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