Vicente Torres
16-12-2019
Este periódico tiene tendencia a la ostentación, al mero título suele añadirle adjetivos rimbombantes, últimamente global. El respeto a los lectores no se considera necesario, quizá porque se les supone adictos a la posverdad.
Basta con fijarse en la noticia, dada por orden judicial, que aparece en este tuit de José Ignacio Torreblanca, para comprobar que el hecho de que el periódico sea ‘global’ no le impide tener en el limbo a sus lectores.
Han sido necesarios 15 meses, dos sentencias y una demanda de ejecución para que la directora de @el_pais, Soledad Gallego-Díaz, publique la verdad sobre mi despido y reconozca que faltó a la verdad al disfrazarlo como una salida voluntaria. ¿Tan complicado era? periodismo=hechos pic.twitter.com/JzzN0nozla
— Nacho Torreblanca (@jitorreblanca) December 14, 2019
De casta le viene al galgo, porque en sus buenos tiempos, Polanco, Jesusito del Gran Poder, presumía de que no había gobierno que le pudiera resistir tres editoriales. O quizá dijera dos, porque ya explicó Martín Prieto, que lo había tratado de cerca, que chulo y prepotente era un rato. En cualquier caso, la tendencia a servirse de la credulidad complacida de sus lectores, al estilo de cualquier nacionalista del tres al cuarto, de cualquier Torra quiero decir, está en la esencia de este medio. Lamentablemente, no solo de este.
Soledad Gallego-Díaz no hace más que lo que está acostumbrada a ver desde que está en la casa, solo que de forma tan descarada que asombra que siga teniendo lectores, pero el caso es que los tiene, en un caso similar al de los partidos políticos cuyos programas no pueden traer más que ruina y maldades y sin embargo obtienen muchos votos.
Lo de la actual directora es tan incomprensible como que periodista que con Cebrián eran unos magníficos profesionales a los que daba gusto leer, ahora se han deteriorado por completo al volverse amarillistas al servicio de alguna causa. Columnistas que se atrevían a desafiar al citado Cebrián se han vuelto mansos corderitos con esta señora y ya no da gusto leerlos. El que creo que sigue igual que siempre, pero no lo puedo afirmar, porque con solo verle la cara ya me da sueño, es el santón de Gabilondo.
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