Eco de Umbral

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Francisco Mares

12-12-2019

Sin ánimo de que esto se vaya convirtiendo en mi diario, hoy soy yo el que viene a hablar de su libro. Sí, porque la cosa se complica siempre que está a punto de acabarse y ya van unas cuantas veces a lo largo de casi 20 años.

Casualidad o no ya se notaron los ecos de la primera parte de este artículo apenas instantes después de publicarse, aunque no antes de haber tomado el camino seguro de vuelta a casa. El día siguiente ya fue tiempo perdido.

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Aunque el trabajo intelectual es agotador porque exige creatividad y tesón, el estímulo que produce es tan potente que regenera la energía aunque las presiones lleguen al límite de la presión física y psicológica.

Este método galileo del que mucho saben los de la rosa y su perfume, ha detenido pero no parado, la pasión por un estudio prorrogado por dos décadas, donde tan sólo ha habido períodos de ‘descanso’ cuando la atmósfera del ambiente ya era irrespirable, no sólo física y psicológicamente. Estos parones sucedían primero en los campos de concentración del trabajo, feudo de los actuales gobernantes y su séquito de ojeadores de primera fila, pero progresivamente, de forma progre, fueron extendiéndose al entorno una vez alejado de ellos.

Vista nebulosa, pies cansados, torpeza en la coordinación de movimientos y la concentración, enrojecimiento y tos, son algunos de los síntomas obrados como de milagro tras ir, pese a todo, pletórico de energía y entusiasmo a seguir con un estudio que si no se acaba pronto acabará con su autor.

En sus páginas están las claves de todo lo que está pasando con la libertad de expresión. No estando aún hoy del todo lúcido para mayores estudios y no gustándome hablar tan a diario, van conseguir que haga las dos cosas los que quieren que todo sea más callado. Va por vosotros. Sabemos que nos seguís.

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