Umbral

Francisco Umbral/LDFrancisco Umbral/LD

Francisco Mares

09-12-2019

El ocaso de la Cultura como libertad de expresión paradójicamente se articuló con el mandato del Psoe. No podía faltar tampoco este ámbito tan excelso bajo el dominio de un partido que en cuanto llegó al poder abusó del mismo. La comercialización de la cultura en el cine supuso frente al destape, la no menos amoralidad de adaptar clásicos contemporáneos como Los Santos inocentes de Delibes y otros, para dar un cine de qualité con una ambigüedad calculada entre la indigestión de la irreverencia y lo ligth de lo políticamente correcto.

El diario El País fue el adalid de esta apropiación de la cultura ideologizada de manera extrema hasta el sectarismo que hoy en día inunda los medios tenidos por progres. En el libro titulado La década roja, Paco Umbral hace una crónica de este tipo tan sutil de corrupción ideológica del socialismo, donde estandartes de la izquierda en la música, la política, el cine, la socialité y la cultura en general, han vendido sus ideales en provecho de la buena vida y el enriquecimiento a costa de otros a los que predican hipócritamente las virtudes de la lucha, la cultura del esfuerzo y la justicia social. La maquinaria que mueve todo esto es digna del reproche.

Paco Umbral fue marginado progresivamente (de forma progre) por el director de El País Juan Luis Cebrián (ese que, en un uso sibilino de la censura, sacaba noticias para atacar al diario de la competencia cuando éste publicaba otras perjudicando a los que «isidoramente» dirigían ese periódico tan cultural). En su libro, Umbral ‘salva’ de la quema al jefe de cultura de El País, Juan Cruz, al que exime de responsabilidades en la censura de sus escritos por ser tan sólo un mandado.

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En consecuencia, Umbral acabó en El Mundo y ganó el premio Cervantes. Pero también el escritor seguía sus intereses y sus críticas respondían al que más le pagaba. Hay que comprender a Paco: en un mundo de supervivencia y pandillas , uno es de quien le ayuda, ideologías aparte. Al atacar Umbral a diario a todos, como Valle – Inclán, no se quiso reconocer ni su premio, al que sólo acudió Cela, en una demostración más del sectarismo de la izquierda que utiliza la cultura en favor de sus intereses de clase.

El País, siguiendo la épica de al enemigo ni agua, ninguneó a Umbral tras el premio y como tiene en sus filas la doble cara, envío a entrevistarlo no la amabilidad conciliadora de Juan Cruz sino la punta de lanza de Arcadi Espada para que aunque, para no dejar de dar la noticia, saliera en primera plana no bien parado. En este contexto se entiende la susceptibilidad de Umbral en la entrevista con Mercedes Milá y su famoso «yo he venido aquí a hablar de mi libro y si no se puede me voy. Ya está bien de entretener con publicidad absurda y mensajes irrelevantes». Algo así espetó quien sorprendió por su antipatía antisocial. La entrevista fue justo después de que a Felipe González le hubieran llamado de todo los estudiantes en un acto en la universidad: chorizo, corrupto, dimisión, etc. Si se enmarca en su contexto resulta que el asomo de violencia es resultado de otra mucho más sutil en su colectividad. La de la censura que juega con la tolerancia. Te invito para que no te pases. Pero Umbral dijo ¿para esto me habéis hecho venir desde Madrid?

Para no parecernos a estos piratas del progresismo a costa ajena, hay que revelar las fuentes de inspiración de este escrito como no hacen esta plaga de aprovechados del buen comer y el buen beber. Según el artículo publicado en su momento por Carlos Prieto para El Confidencial El País «practicó el arte de al enemigo ni agua, mezquindades incluidas: para celebrar su 25 aniversario, el periódico editó el libro El País de nuestras vidas. Pues bien, el nombre de Francisco Umbral, su columnista estrella de los 80, no aparecía mencionado ni una sola vez. Prisa no paga a traidores». Según Prieto, Umbral denunció el postureo rojo del Psoe y acusó a Felipe González de vender España a los mercaderes de Bruselas y a la generalidad del pentágono.

La década roja se refiere a la década socialista que debió ser roja y no fue. Los traidores se instalaron en los medios y utilizaron la cultura para enriquecerse hundiendo a sus autores en su provecho. Pero también el ‘antifelipismo’ de Umbral fue oportunista y hay quien ha dicho que se movió por rencor e interés, pues tampoco se mojó en el franquismo en su contra y atacando después a todos compensó su inactividad. Sea como fuere era alguien incómodo y por eso en la transición se retrasó una entrevista suya en TVE y poco después se suspendió otra ya con más democracia en RNE.

Esta incomodidad hacia Umbral la noté ya de estudiante en feudo sociolisto al ser reprochado con una saña que yo no entendía, un trabajo sobre Madrid 1940 cuando se nos había dado la libertad de elegir escritor y sin saber yo nada de política ni de Umbral. Viene al caso el de Umbral tras mis artículos críticos en un medio que parece que se lee poco pero que ya parece que se sigue mucho. Será casualidad pero esta última semana se han producido los encuentros del bienestar organizados por la Ser con intervención de toda la family de El País, La Sexta y cia: Juan Cruz, Wyoming, David Trueba (que defendió al anterior cuando se le acusó por primera vez de burgués como hizo este diario hace dos semanas, justo antes de sacar su nuevo libro de encargo) y otros insignes de buena madre y mejor padre.

Casualidad también que el Al rojo vivo del energético Ferreras, al que se criticó de politiqueo, ha introducido una sección cultural testimonial entre tanta política empezando por un libro de Delibes. Y La Sexta noche anuncia ya a sus invitados como primer plato, segundo y postre. Por suerte no pude constatar todos los cambios de formato que en apenas una semana se han producido en el banquete de los platós porque lo que no han cambiado son las presiones in crescendo hasta el umbral. De libros de los que no se permite hablar sabemos un rato los que llevamos en ello casi unos 20 años…

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