Rosa Muriel / ASÍ ES LA VIDA
30-11-2019
Te fuiste ese día, sin adiós, sin despedida. Cuando en tu lecho, te encontré inerte, te llamé a gritos, no comprendía que ya no me responderías.
No estaba preparada, mi mente no concebía la idea de ya no verte, todo injusto y cruel me parecía. Ya no se podía hacer nada.
Como en un sueño profundo te marchaste ese día! Muchos a mí acudían, tratando inútilmente consolarme, pero tu voz dulce y bella ya jamás escucharía.
A éste, tu último paseo no podría acompañarte fue cuando comprendí que era nuestra despedida. Te besé mucho en la frente,seguías allí tan fría, no podía asimilar que para siempre estabas dormida. En un segundo todo a mi mente acudía: tu fuerza, tu abnegación, tu entrega; tu alegría.
Recordé cuando vencida, cansada y sin esperanzas, me refugiaba en tus brazos, buscando tu calor, y tú me cubrías siempre con tu amor!
Siempre estuviste a mi lado llena de algarabía. y en medio de tanta sombra en que tantas veces me hundía con tan sólo tu presencia, y una sonrisa en tus labios, de nuevo la luz de la esperanza, en mí resplandecía.
Hoy conmigo ya no estás! aunque ya no te vea más,yo sé que siempre de mí cuidarás, porque tu amor madre bella no lo perderé jamás!
Para tí mi gran amiga, mi guía, mi consejera, quiero que tú sepas que amaré tu recuerdo el resto de mi vida, dando gracias por haberte elegido para ser la MADRE MIA!
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