Rosa Muriel / ASÍ ES LA VIDA
25-11-2019
El amor a los hijos es instintivo y sin condiciones. Es el único amor que dura para siempre, el que no nos va a defraudar y el que se encuentra disponible y atento en todo momento. Por eso cuando perdemos a nuestros padres aunque ya seamos adultos, la sensación de orfandad nos pega a todos muy fuerte.
Los hijos necesitan que los padres le manifiesten su afecto con señales más visibles que su atención, preocupación y apoyo; o sea con palabras, con gestos, con un trato diario afable y respetuoso para poder esperar que ellos cumplan con su rol de hijos.
Expresar cariño a los hijos es importante como es importante cuidarlos y saciarles sus necesidades vitales. Querer a un hijo es hacer hasta lo imposible por garantizarle un ambiente seguro y proveernos de la economía necesaria para ofrecerle las mejores condiciones de vida. Es su futuro.
Pero tan o más importante que lo antes comentado, querer a un hijo también significa ofrecerle cariño: acariciarlo, hablarle con palabras dulces, besarlo y elogiarlo, dedicar nuestro tiempo a ellos.
La honestidad nos hace confiables. Los hijos perciben muy rápido si estamos siendo honestos o no, porque nuestro cuerpo dice mucho más que nuestras palabras.
La dedicación y el disfrute de los hijos es una de las cosas más hermosas que existen.
Son momentos grandiosos que pasan y no vuelven.
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