¿Qué me estás cantando? La historia cantada de España del siglo XX hasta el 76

Coplas, boleros, chotis, pasodobles, cuplés o rumbas que marcaron la vida de nuestros abuelos y padres

Martes, 05 de noviembre de 2019

Ana Miralles.- La vaca lechera nos habla del hambre de la posguerra, Tatuaje o La Bien Pagá, buen ejemplo para desactivar los prejuicios sobre la copla , Ay, Carmela o el Cara al sol guardan los sentimientos encontrados de la Guerra Civil. Paco Ibáñez, Chicho Sánchez Ferlosio, Serrat y también Mari Trini o José Luis Perales muestran en su repertorio la evolución de las ideas y la modernización de las costumbres, mientras que la rumba ofrece la mejor síntesis de la mestiza identidad española.

De Ojos verdes a La chica yeyé, de El porompompero a Palabras para Julia, de Cambalache a Mi casita de papel, de Yo no soy esa a ¿Y cómo es él?, de Alfonsina y el mar a Libertad sin ira a El lago, más de doscientos grandes éxitos nos revelan en estas páginas qué fue del amor, del papel de la mujer, de la memoria familiar, de los usos y funciones de la música, de las drogas, del problema de la vivienda o de la evolución tecnológica.

Todo ello es lo que pretende reflejar el periodista y músico Fidel Moreno (Huelva, 1976) al escribir ¿Qué me estás cantando? Memoria de un siglo de canciones. Un libro ambicioso que pretende relatarnos la historia de España al tiempo que va contando a pinceladas la de sus abuelos y padres (divorcios, activismo político, los primeros porros…) y tomando como hilo conductor el impacto de coplas, boleros, chotis, pasodobles, cuplés o rumbas que han puesto banda sonora a un país desde el final de la guerra civil a los años inmediatamente posteriores a la muerte de Franco.

Para el autor, no existe un cambio social que no vaya acompañado de una o varias canciones, melodías y letras que hacen posible que la gente interiorice y sienta como propia la transformación colectiva. Dividido en dos partes, La música de mis abuelos y La música de mis padres, este ensayo es un fascinante recorrido por el siglo XX. Hasta el año de nacimiento del autor, 1976, las canciones del momento se convierten en el mejor atajo para entender y sentir cómo fue la España de nuestros padres y de nuestros abuelos.

En tierra extraña

Un pequeño grupo de españoles, encontrándose en Nueva York en la Nochebuena de 1922, quiso superar en tan señalada fecha la nostalgia que sentían, tan lejos de España y de su familia, y celebrarla a nuestra manera. Para la comida no encontraron muchos problemas, pero sí los tuvieron con la bebida, buscando unas botellas de vino español. Eran los tiempos de la Ley Seca. Recurrirían a un «drugstore«, una farmacia, valiéndose de una receta, donde les dispensaron una especie de jarabe que, mezclado con unas zarzaparrillas, vagamente se hicieron la ilusión de degustar un añorado Rioja.

Los protagonistas de la historia eran la joven cantante Conchita Piquer, su entonces protector, el maestro Penella, y varios amigos reunidos en el apartamento de la estrella valenciana. El recuerdo de aquella velada le serviría al mencionado compositor para crear una pieza inolvidable, con la que triunfaría en su primera época Conchita: «En tierra extraña». Al final, Penella incluyó unos compases del más famoso de los pasodobles, «Suspiros de España», en homenaje a su autor, Antonio Álvarez Alonso.

Cara al sol

Canción compuesta poco antes de la guerra, por los escritores José María Alfaro, Agustín de Foxá, Pedro Mourlane Michelena, Dionisio Ridruejo y Rafael Sánchez Mazas para cerrar los mítines de José Antonio Primo de Rivera. Una canción, la más señera del franquismo, con vocación de himno, ritmo marcial y fácil de recordar. Hoy el Cara al sol –habrá actualmente quien piense lo contrario– está tan ausente para las mayorías como la que es considerada la primera gran canción nacional, Ay Carmela, cuyo origen se remonta a la guerra de independencia contra los franceses y que es anterior incluso al Himno de Riego (1820). Ambas cumplieron esa función integradora, esa finalidad de pegamento social capaz de unir a muchos oyentes en torno a algo común. Cara al sol es la primera en sonar en esa maravilla del cine español que es Canciones para después de una guerra, de Basilio Martín Patino.

La bien pagá

Buen ejemplo para desactivar los prejuicios sobre la copla (franquista) sabiendo que su letrista Ramón Perelló tenía ideas anarquistas y que su versión más memorable se la debemos a un exiliado como Miguel de Molina. Para los sociólogos queda determinar cómo la copla en la voz de Estrellita Castro (La morena de mi copla) contribuyó al tópico de la española racial o hasta qué punto podía llegar a ser terrorífica la necesidad de casarse en aquel tiempo.

https://youtu.be/v7PVePPuhXw

Aquel negrito del Cola Cao

La historia de la publicidad española no estaría completa si no se incluyera el anuncio, posiblemente, más recordado de España, el que más ha calado entre todos nosotros: el del Cola Cao y su canción del negrito. En 1946, Nutrexpa registró y empezó a vender su marca estrella: Cola Cao.

La empresa catalana intentó sin mucho éxito abrirse un hueco en el mercado hasta que un buen día, un amigo les sugiere hacer un anuncio en la radio, medio de gran cobertura y audiencia. Este fue el comienzo de todo, el inicio de una de las marcas más implantadas en la memoria de los españoles. En 1955 se escucharía por primera vez la famosa “canción del negrito” en la radio (escrita por Aurelio Jordi Dotras e interpretada por Roberto Rizzo), patrocinando un programa de Cadena Ser llamado Conozca a sus vecinos y presentado por Ferman, el hombre de los concursos radiofónicos.

En 1962 aparecería por primera vez en televisión con un anuncio de dibujos animados obra de los famosos Estudios Moro, en el que un “negrito” recolectaba el grano de cacao al mismo tiempo que cantaba las excelencias del producto. Pero sobre todo, el éxito publicitario de Cola Cao se debe al patrocinio de las radionovelas de aquellos años, entre ellas el serial semanal Matilde, Perico y Periquín, que empezó a emitirse allá en el año 1955.

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Bésame mucho

Con el censor en el cogote, los letristas tenían complicado dotar de cierto erotismo sus tonadas. Bésame mucho no pasó la censura cuando la grabó Sara Montiel en 1958. No era solo una cuestión de interpretación lujuriosa porque también se prohibió la versión de Nat King Cole. Si la composición de la mexicana Consuelo Velázquez tuvo tantos problemas por estos lares, no tuvo en cambio ninguno el cubano Antonio Machín para triunfar con sus boleros de amor, siendo precisamente uno de los mejores, Amar y vivir, de Velázquez.

El porompompero

Fidel Moreno explica que el mega-éxito de Manolo Escobar dejó claro en 1960 que la rumba venía a desplazar a la copla como el género popular por excelencia. “Si el flamenco puede ser considerado la música más distintiva de España, el género musical más señero aportado al acervo musical, en términos reales y en aceptación y recreación populares, es la rumba, para bien y para mal, la que mejor nos representa. De hecho, lo más conocido de las grandes figuras del flamenco, como Paco de Lucía o Camarón, son rumbas, Entre dos aguas y Volando voy, respectivamente”. Aquel año en que triunfó El porompompero, nacía también el mito Marisol (se estrenó Un rayo de luz) y se iba apagando el de Joselito, el de la voz de oro que diría Kiko Veneno, que apenas había durado cuatro años.

Black is Black

Durante los 60, muchos de nuestros cantautores se dedicaron a versionar los temas anglosajones para importar el rock. Y así lo hicieron el Dúo Dinámico (Neil Sedaka), Miguel Ríos (Larry Williams), Bruno Lomas (Carl Perkins) o Los Brincos (The Beatles). Un año después de que John Lennon y compañía pasaran por la Plaza de Toros de Las Ventas, Los Bravos alcanzaban lo más alto de las listas de éxito dentro y fuera de España. Lo hicieron cantando en inglés (Black is Black) por boca de Mike Kennedy, un alemán de garganta poderosa y encantadora dicción.

Mediterráneo

Mediterráneo, álbum y canción, es la cima de popularidad -y probablemente de calidad- en la obra de Joan Manuel Serrat. Quizá solo La chica de ayer sea más citada cuando se pregunta por la mejor canción española del siglo XX. Nadie como él ha conseguido colar tantas canciones en la educación sentimental de un país, en la memoria de España y Latinoamérica. Y nadie como él porque, como bien resume Fidel Moreno, era “popular pero comprometido, catalán pero español, español pero catalán, guapo pero inteligente, viril pero sensible, juglaresco y con aires yeyés, cantautor pero con orquesta, apto para el intelectual y para el hombre de la calle, una gran voz con maneras declamativas aprendidas de la canción francesa, pero con sutiles melismas copleros incorporados en una infancia de patios donde sonaban Conchita Piquer y Juanito Valderrama”.

Yo no soy esa

A la falta de autonomía económica para las mujeres durante la dictadura hay que añadir que eran ilegales el divorcio, la contracepción y el aborto.Los primeros signos de cambio en las canciones de la época hay que buscarlos en las letras de la hoy un tanto olvidada Mari Trini. “Yo no soy esa que tú te imaginas, / una señorita tranquila y sencilla / que un día abandonas y siempre perdona (…) Yo no soy esa que tú te creías / la paloma blanca que te baila el agua, / que ríe por nada diciendo sí a todo”.

Libertad sin ira

Es curioso recordar que, aunque los ecos de su mensaje estaban relacionados significativamente con los años de la transición, su origen no se ligó a ningún partido político, aunque luego todos ellos parecieron apropiarse del tema como si fuera un himno propio. La letra y la música fueron obra de dos de los mejores compositores del pop español, Pablo Herrero José Luis Armenteros, que habían pertenecido al mítico grupo Los Relámpagos y firmaban después sus creaciones con el seudónimo de José Luis de Pablo. Con ambos colaboró en dicha pieza el publicista Rafael Baladés. Recibieron un encargo del entonces todopoderoso editor de Diario 16, (que dirigiría Pedro J. Ramírez) de nombre Juan Tomás de Salas.

«Libertad sin ira» sonó en televisión y en las emisoras de radio como parte de una intensa campaña promocional del periódico. Eso sí, en aquel histórico año de la transición, el del triunfo ya reseñado de Suárez en las primeras elecciones libres en nuestro país en ese tiempo de esperanza. ¿Quién que hoy tenga de treinta años en adelante no tarareó alguna vez aquella vibrante melodía, con aire de himno, que nos invitaba a empezar de nuevo, a olvidar odios y rencillas del pasado? La estrenó un joven grupo onubense, Jarcha, liderado por Ángel Corpa. En principio, integrado por ocho componentes, cuatro chicos y cuatro chicas, una de ellas la luego popular solista Martirio. La actividad musical del conjunto, cuyo estilo era folk con letras comprometidas socialmente, duró entre 1974, con el álbum Nuestra Andalucía, hasta mitad de los años 90. Y aunque tuvieron otros éxitos, ninguno de ellos superó el de «Libertad sin ira».

 

 

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