Vicente Torres
29-10-2019
El caso es tan claro que hasta se ha dado cuenta esa ministra tan peculiar que tenemos, la de Cabra digo. También era del mismo lugar Solís, que era conocido como la sonrisa del Régimen. Una vez preguntó: ¿para qué sirve el latín? ¡Para que los de Cabra se llamen egabrenses!, le contestaron.
La cuestión es que ella ha recordado la obligación que tiene Bélgica de entregar a Puigdemont y ha advertido al gobierno de ese país que el hecho de cumplirla puede consecuencias en las relaciones entre ambos países.
El abogado del prófugo, etarra que medra en Bélgica y no es el único etarra en ese país, desvía la cuestión, alegando que es un asunto judicial y no de gobiernos. Pues no, el asunto judicial se dirime en España, que es en donde se han cometido los delitos y la justicia belga no debería haberse entrometido en el terreno de la española, como hizo la vez anterior, motivo por el cual el prófugo sigue en Bélgica.
No merece la pena explicarles a los jueces de ese país, cuya deslealtad hasta el momento es evidente, que España es el país más europeísta de Europa, pero que si se siguen incumpliendo los tratados de colaboración dejará de serlo.
Y no la merece porque seguramente ya lo saben, pero Europa, la justicia y la lealtad les importan un bledo, o aún menos. A pesar de que la Unión Europea no les reporta más que beneficios.
Es muy posible que los belgas sean autodestructivos, no como los catalanes, sino como los separatistas catalanes, tan llenos de auotoodio que no les importa perjudicarse más con tal de perjudicar a España. De otro modo no se entiende ese interés en tener en su país a Puigdemont, a Boyé y a otros etarras. En realidad, Boyé está porque quiere, pero el hecho de que haya elegido ese país para vivir es significativo.
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