Marzà y los comités revolucionarios de Castro

El conseller de Educación Vicent Marzà, y el secretario autonómico de Educación e Investigación, Miquel Soler, presentando los ejes del proceso de participación para elaborar la Ley Integral Valenciana de Educación (LIVE)/GVA

Manuel Huerta

26-08-2019

La Conselleria de Educación de la Generalitat Valenciana, liderada por Vicent Marzà, de la coalición de izquierda extrema Compromís, ha ordenado a todos los centros educativos que remitan un informe para conocer qué lengua se utiliza en las diferentes actividades que se realizan fuera de las aulas: desde el recreo hasta las reuniones con los padres, pasando por el claustro o el descanso de los profesores.

El documento remitido a los colegios, tanto públicos como concertados, propone 32 supuestos en los que se pregunta si se utiliza el valenciano en ámbitos tan dispares como, por ejemplo, los ficheros de matrícula del alumnado, las fiestas de graduación o la megafonía a través de la que se realizan los anuncios en el centro.

El diario Las Provincias ya adelantaba hace unos días que los colegios deberán reenviar ese escrito a la conselleria y dar cuenta de los progresos en la materia antes de que acabe el plazo límite para alcanzar el objetivo del uso del valenciano en toda la comunidad educativa: el curso 2021/2022.

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El catalanista conseller quiere además que el claustro de profesores pueda hacer sus aportaciones y ponga el foco en las actividades en las que se utiliza o no la lengua valenciana -involucrando incluso a los trabajadores de mantenimiento- para implantar con su ayuda el proyecto lingüístico del Gobierno autonómico en todos los espacios.

Esto es lo que ocurre en la Cuba comunista retrógrada de los CASTROSA (Hermanos Castro S.A.), la sociedad por la que unos pocos, poquísimos individuos, se forran a costa de todo un pueblo. En La Habana y en todas las ciudades, pueblos, barrios y aldeas, en las fábricas de ron, plantaciones de tabaco y en los campos de caña de azúcar, en cualquier colectivo de trabajadores y/o ciudadanos, existen a día de hoy, los llamados comités de la revolución, grupos de chivatos hambrientos que, a cambio de algunas pocas prebendas en alimentación y chollos turísticos que les proporcionan unos dólares extra sin pegar ni golpe, mantienen informados en una escalera de cargos interminables de adictos, de los «posibles» disidentes de la continuidad asfixiadora del régimen surgido del golpe de Estado militar y sangriento que «los chicos de la loma» consumaron en 1959 contra el gobierno hiper-corrupto pero legal, de Batista. Es lo que el zopenco de Maduro también ha puesto en marcha en Venezuela.

Esta estrategia, surgida en los tiempos negros del estalinismo soviético, que ya fue utilizada en nuestra guerra civil por el ejército republicano para delatar a empresarios, creyentes y curas, es la que «el progresista» Marzà quiere imponer en la educación valenciana, a imagen y semejanza del basurero catalán del ramo que gobierna Torra.

Es saltarse a la torera el Estatuto del Autonomía, sin que ningún fiscal reaccione a la barbarie política que se lleva ejerciendo en nuestra Comunidad desde hace cinco años. Y sin que muchos, muchísimos de los «moderados» padres, que los hay simpatizantes de centro, de derecha y de izquierda y así mismo, muchos de los que son castellano pensantes (y por lo tanto, hablantes), adopten medidas drásticas en la puerta del Palau de la Generalitat.

A veces es sencillo evitar este tipo de conductas antidemocráticas de los gobernantes: basta con decirle a tu hijo o a tu nieto que eso que le están dando en el colegio es catalán, no valenciano. Hay suficiente y rigurosa bibliografía al respecto. Y movilizarse activamente contra este nuevo fascismo de los libros de texto y de internet.

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