Los suspensos de verano convertidos en una oportunidad para afrontar la adversidad

Las malas notas deben convertirse en una opción para la familia de enseñar a sus hijos cómo se afronta la dificultad desde el hábito

Valencia, lunes 24 de junio de 2019

Antonio Casañ.- Con los suspensos, las malas notas del curso, no se acaba el mundo y no debe cundir la desesperanza en la familia. «Debe haber consecuencias, que no castigos. Es decir, este verano debe haber vacaciones, pero con sus madrugones para sacar horas de estudio», explica Carlos Pajuelo, psicólogo, profesor en la Facultad de Educación de la Universidad de Extremadura.

«Que haya desconexión, pero que esta sirva para abrir un proceso de reflexión y de búsqueda de soluciones». Porque la causa de las notas son mayoritariamente consecuencia del esfuerzo del alumno. Para el profesor de Lengua Castellana y Literatura Pablo Poo, tercero en los premios a Mejor Docente de España, y autor del libro Aprobar es más fácil de lo que piensas, esa «falta de esfuerzo» está condicionada por varios factores, pero el principal para él es que «los niños de hoy no saben estudiar». «Ninguna etapa dedica ni media hora a enseñar a los alumnos a aprender». Así lo corrobora Pajuelo, para quien, además de ofrecer al alumno los contenidos, «hay que enseñarle a organizarlos, a digerirlos. Lo importante no es la materia, sino el cómo hay que aprenderla».

Así, los suspensos de tus hijos, «deben convertirse en  una oportunidad», sugiere Poo. Es importante, añade el autor de Cómo sobrevivir a los suspensos de tus hijos, «que las notas sean una oportunidad para la familia, para enseñar a nuestros hijos cómo se afronta la adversidad. Y la adversidad se afronta con interés, y dando respuestas, y no con desesperanza y mal humor. Nosotros somos sus modelos así que ¿cómo van a sentirse motivados con unos padres desanimados o deprimidos?».


«Los alumnos no saben hacer resúmenes porque no tienen capacidad de síntesis por falta de sentido crítico. Para ellos todo es importante»


Y la realidad es que los estudiantes «no tienen método de estudio ninguno», insiste Poo. «Si se pregunta a los chavales cómo estudian, suelen responder que “estudiando”. Para muchos se trata únicamente de estar un rato delante de un libro hasta que se aprenden de memoria lo que entra en el exámen. Y no, estudiar es un método. Y hay más de uno, cada uno con sus características, fases, etc.».

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«Si leemos bien, leemos mucho, comprenderemos sin resistencia, aprenderemos más y nos haremos más inteligentes: las buenas notas llegarán de forma natural»


A juicio de Poo, esto se puede tratar de solucionar «leyendo, leyendo y leyendo». «La primera lectura de un texto nos da la clave para conocer de qué nos están hablando. Nos ayuda a formarnos una primera idea del mismo. En la segunda ya se puede subrayar…». Pero la mayoría de los alumnos que sacan malas notas «tienen un déficit de lectura», corrobora Fernando Alberca, autor de Tu hijo a Harvard y tú en la hamaca. «Los estudiantes de hoy no saben leer bien. Aprendieron con defectos, vicios que se han mantenido, como leer lentamente, regresar a menudo sobre la lectura porque se tiene la sensación de que se ha perdido parte de lo importante, o no comprender del todo», advierte.

Lo bueno es que la comprensión lectora, según Alberca, «se puede mejorar mucho, sea cual sea la edad. Hay muchos ejercicios para leer mejor, y si los llevamos a cabo, aprenderemos más rápido y con menor resistencia, grabaremos mejor los conceptos en nuestra memoria, asociaremos mejor lo leído con lo que sabemos y aprenderemos más, más duraderamente y con menor esfuerzo».

El hábito

Pero para esto hará falta, coinciden todos en señalar, «mucha constancia». «Estudiar, sin duda, es un hábito y los hábitos llevan tiempo. Mientras más se practique, más fácil resultará, y mientras menos se haga, más difícil parecerá», resume Poo.

Además, prosigue Pajuelo, «ya sean pequeños o adolescentes, no están “terminados”. Son personas en formación y están aprendiendo constantemente. Y como cualquier aprendiz, se equivocan. Los hijos, para construirse como personas precisan de tiempo y ayuda. Si los adultos nos sentimos bloqueados… ¿quién les va a guiar con mano firme pero con amor?», concluye este psicólogo.

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