El vuelo IB-610

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Antonio Gil-Terrón Puchades 

La historia que voy a narrar sucedió hace treinta tres años, y si hoy la cuento es porque creo que puede ayudar a reflexionar a más de uno sobre aquello que, desde una visión miope y simplista, se suele tomar como casualidades de la vida; como si la casualidad tuviese inteligencia y voluntad propia.

Esta es la historia:

Para mi amigo aquel viaje era “muy importante”. Así me lo había confesado poco antes de tomar el tren que lo llevaría a Madrid, para desde allí, al día siguiente, viajar en avión hasta Bilbao.

Esa misma noche, en la habitación del hotel donde se hallaba hospedado, mi amigo, tras rezar como tenía por costumbre antes de irse a dormir, se dirigió hacia Dios de esta manera:

“Señor, tú me conoces y sabes que nunca te he pedido nada para mí; pero hoy lo voy a hacer. Te ruego, Señor, que bendigas este viaje que mañana emprendo a Bilbao, ya que de él depende en gran manera mi futuro, así como la solución a todos los problemas que de un tiempo a esta parte me angustian, como tú bien sabes.”

Y tras estas palabras, apagó la luz sumiéndose en un profundo y reparador sueño.

Al mañana siguiente se levantó antes del amanecer, comenzando la jornada con una serie de pequeños percances, tales como mancharse la camisa de café durante el desayuno, teniendo que volver a cambiarse de ropa. A partir de ahí, el trayecto desde el hotel hasta el aeropuerto de Barajas, se convirtió en una auténtica gincana salpicada de tropiezos, así como de eso que frívolamente denominamos “desgracias”, sin pararnos a valorar lo que de verdad es una desgracia.

Entre otros percances del accidentado trayecto, destacar que el primer taxi al que mi amigo subió, pinchó una rueda; el segundo sufrió una avería de motor que le obligó a tomar un tercer taxi que al poco de arrancar, ¡oh casualidad!, pinchó otra rueda. Finalmente cuando pudo llegar al aeropuerto, el vuelo a Bilbao había despegado.

Triste, abatido, y, porque no decirlo, un tanto decepcionado con Dios, decidió tomar el próximo tren para regresar a Valencia; y así lo hizo.

Nada más llegar a la modernista estación del Norte, me llamó, procediendo a narrarme su mala suerte. Tras escucharlo pacientemente, le conté yo la noticia que habían dado por televisión en el telediario de mediodía:

“Esta mañana, el Boeing 727 de la compañía española Iberia apodado «Alhambra de Granada», que realizaba el vuelo regular 610 (IB-610) entre Madrid y Bilbao, ha chocado con la antena de Euskal Telebista, instalada en el monte Oiz, durante las maniobras de aterrizaje. Han fallecido las 148 personas que viajaban a bordo.”

https://www.youtube.com/watch?v=R7RzfHh7OVs

¿Mala suerte? Le dije yo. Ya puedes dar gracias a Dios porque hoy has vuelto a nacer.

POSTDATA: Cuando te empeñas en hacer algo, y los obstáculos consecutivos con que te encuentras, sobrepasan los límites racionales de la casualidad, mejor desiste de tu empeño porque alguien te está previniendo para que no lo hagas.

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