Las leyes de la intuición

En el diván del Jamelgo / Pedro Hermosilla

LA PEINETA

Hay que ver lo que sirve
un dedo corazón sobre un puño:
enhiesto mástil de grito mudo,
respuesta contundente, breve y firme.

Notario eficaz del desacuerdo,
puñal de uña y de falange,
herida que hiere sin sangre,
metralla dedil en ojo ajeno.

Receta de alivio y de descargas,
maná, bálsamo de fierabrás,
pariente del corte de mangas.

Lenguaje inclusivo e incluyente,
encíclica, puñal con estrambote,
válvula de escape de la gente.

LAS LEYES DE LA INTUICIÓN

¿Acaso crees que tu futuro
lo predice el poso oscuro
de la taza de un café?,

¿acaso ganarás más sueldo
si son cuatro y no tres
las hojas que tiene el trébol?,

¿serán tus errores aciertos
si llevas colgado al cuello
el peso de un amuleto?,

¿te irá de una u otra manera
dependiendo de cómo esquives
en la calle una escalera?,

¿Las bolas de la lotería
saldrán en orden correcto
si restriegas el boleto
por una señora preñada,
por la chepa de un torcido,
o la calva de un “sin-pelo”?

La suerte, que es muy cabrona,
se ha sabido esconder
por detrás del sudor duro ,
del afán por aprender,
del trabajo , del estudio,
del prestar siempre atención,
del placer de mejorar,
de la garra y la ilusión,
del llamar de puerta en puerta,
de nunca aceptar un “no”;
del saber interpretar
el lenguaje de los dioses:
“Las leyes de la intuición”.

PEDRO HERMOSILLA ZAMORA

 

*La poesía de Pedro

SIN TI

Lo que yo quiero es beberme los malos recuerdos
en un vaso de llamas con hielo
como si fueran helados infiernos;
y yo, un gaznate de nieve e incendio.

Lo que yo quiero es tatuarme, en mis ojos, tus ojos
con tinta de saliva y beso;
para que cuando mire yo, miren ellos.

Lo que yo quiero es respirar tu aire en mi pecho,
y que mis pulmones lo guarden
como un tesoro de aprecio.

Lo que yo quiero es seguir siendo
mitad tú, mitad yo…
que sin ti no soy completo,
soy un yo cercenado, una media verdad,
un falaz argumento.

LA TIERRA, EL TIEMPO

El cielo habla en latín
y la tierra no lo entiende;
su lengua es viento y arrullo;
de trinos habla y de ramas verdes.

El cielo no entiende de edades
ni del tiempo guardado en riscos;
ni de montañas de siglos… ni de valles.

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No entiende del espejo líquido
que le regalan los mares
para mirarse a sí mismo.

No se deja abrazar,
ni besar el cielo se deja.
La tierra, que por humilde es grande,
te besa los pies con labios de arena
y te ofrece la hermosura de las huellas
impresas sobre su carne de madre.

ABSTRAÍDOS

Bailemos una danza de manos y caricias.
Llenemos ese mar de brisa y lunas.
Rodemos cuesta abajo por las dunas.
Manchémonos de tierra las camisas.

Cronométrame un suspiro de mi adentro,
te saciaré de segundos de otras vidas.
Ardamos como rayos homicidas;
volemos el planeta de un estruendo.

Quedamos tú, yo y la arena;
el resto de este mundo se resbala.
Este… que no valió la pena.

Tú y yo y la nada;
tu boca y mi boca se pelean
armadas con la luz de las miradas.

lA VIDA ÍNTIMA

Existen otras verdades
de trenes que jadean cuesta arriba,
con pechos agotados de fatigas;
exiliados de las modernidades.

Existen los viajeros con sudor,
y las maletas de tablilla y de correa;
estaciones carcomidas de madera;
miseria en los bolsillos del pantalón.

Existen ataduras en los cuellos,
cabezas que, apoyadas en los bancos,
dormitan su amargura y su letargo.

Existe el conejo y la chistera
y la mentira de un reality en las pantallas.
El mago que saca vidas inventadas
y esconde las verdades verdaderas
de vidas tan reales como amargas.

EL CRISTAL

Ni tan poco ni tan tanto:
ni ahorro las ganas de reír
ni me crece la cuenta del llanto.

Ni tan pincho ni tan majo:
ni coleccionista de vicios
ni oposito al atril de un santo.

Ni tan flojo ni tan apto:
ni malabarista de las letras
ni en la «o» de un canuto fallo.

Ni tan corto ni tan largo:
ni me niego a los caminos
ni renuncio a los descansos.

Ni tan guerra ni tan pacto:
ni oigo a mis enemigos
ni les dejo de hacer caso.

LLÉVAME

Llueve el tiempo… se precipitan las horas
y me acurruco en tu pecho como un gato:
cuartel en el que mis demonios se inmolan
hastiados de tantas noches de vagando por los tejados.

Así, en tu silencio tan callado,
nado hasta la orilla azul de tus ojos
con el ansia vital de un refugiado.
Y abandono en tus párpados de arena
los despojos de mi ego naufragado.

¡Llévame, que me asustan las tormentas!
¡Llévame al puerto de tu regazo!
¡Llévame cosido a tu lado!
¡Llévame… por si yo valgo la pena!

 

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