Relación profesor-alumno

Reedición de los artículos mÔs leídos de este portal, firmados por nuestro añorado Director de Honor, el Maestro don Pedro Hermosilla

EL VIEJO PROFESOR/Pedro Hermosilla Pineda

22-Noviembre-2018 (16-09-2017)

Siempre he tenido muy claro que para desarrollar mi trabajo en la escuela, la relación profesor-alumno deberĆ­a desterrar desde el primer momento la figura del ā€œprofesor-ogroā€, del ā€œprofesor-huesoā€, del ā€œprofesor-duroā€, etc; que esta relación deberĆ­a ser distendida, alegre, que hiciera olvidar al alumno las, a veces, dificultades de la asignatura, depositando en el profesor su confianza para vencerlas.

La tĆ”ctica fue para mĆ­, en un principio, siempre un poco teatral, gastando pequeƱas bromas personalmente o al conjunto de la clase. Si tenĆ­a que dirigirme en serio para cualquier observación, en medio de la seriedad, siempre metĆ­a unas ā€œmorcillasā€ para desdramatizar el momento. Les decĆ­a, por ejemplo, que debĆ­an ser ā€œbuenas persianasā€ –por buenas personas- arrancando asĆ­ sus sonrisas y ganĆ”ndome su confianza. A veces, cuando me encuentro con algĆŗn antiguo alumno, me suelen comentar que ā€œcon usted nos lo pasĆ”bamos muy bienā€, y a lo mejor me lo estĆ” diciendo un mĆ©dico, un ingeniero, o un buen profesional y no me da pena que me recuerden por eso. Pienso que ya es bastante dura una larga escolaridad como, para encima, hacĆ©rsela mĆ”s difĆ­cil y complicada.

Opino, y no por esto creo estar en posesión de la verdad absoluta, que la relación de la que hablamos ha de ser mÔs cercana a la de un buen padre que a la de un serio profesor. Los seres humanos estamos mÔs inclinados al amor que al odio; mÔs receptivos a un premio que a un castigo; mÔs próximos al calor que al frío; mÔs cerca de la actuación por convicción que por autoritarismo.

Recuerdo un ejemplo leĆ­do hace muchos aƱos –escrito por J.Urteaga en uno de sus libros- que no me resisto a contarte, aunque te pido perdón por alargar un poco este spot de hoy. TĆŗ, querido amigo que me lees, me sabrĆ”s perdonar.

ā€œHas llegado del trabajo con un Ā«buenas tardesā€ que suena a tormenta. El pequeƱƭn de la casa te estĆ” espiando. A travĆ©s de los titulares negros del periódico, con el que te ocultas, el pequeƱo adivina la cara de siempre. Ɖl, en cambio, estĆ” contento. Desde que ha vuelto del colegio te estĆ” esperando para contarte la hazaƱa de esta tarde. Ā”Si le hubieses visto ! QuĆ© aplausos ha recibido de sus compaƱeros! Ā” Nadie lo hubiera podido hacer mejor! No tiene muy sujeta la imaginación. —De algo debe haberse enterado mi padre en la calle. Es muy posible, porque hasta mis compaƱeros venĆ­an comentĆ”ndolo. ĀæSerĆ” posible que lo sepa, y que estĆ© disimulando? Pero tal vez no lo sepa, porque ha hecho lo de todos los dĆ­as, entrar y coger el periódico. Ā”QuĆ© rabia! ĀæPor quĆ© no me dirĆ” nada?

Y el chico ha decidido intervenir con un: Ā”hum! Ha carraspeado mirando a un cuadro que estĆ” en el extremo opuesto al sillón donde se sienta su padre. Suavemente ha vuelto sus ojos sonrientes, pero… su padre sigue encerrado tras la puerta de papel de periódico.

—¿Y si llamara a la puerta? —y con el Ć­ndice ha golpeado en las letras, con suavidad. Efectivamente la puerta se ha abierto. Pero su padre ha dicho: Ā”Hola!, y la ha vuelto a cerrar. — ĀæSabes, papĆ”, lo que he hecho esta tarde en el colegio? —ha gritado el chiquillo.

Y cuando ha comenzado a contar su hazaƱa con mucho movimiento de manos y pies, su padre le ha cortado sin interrumpir la lectura:

-”No grites, que ya te oigo!

Y se ha hecho el silencio.

Si en ese momento el padre hubiera mirado a los ojos de su hijo, se hubiera enterado de lo que decĆ­an: ā€Ā”No me oyes, no me oyes! Prefieres las letras gordas de papel a mi triunfo en el colegio!ā€

Y lentamente, sin dejar de mirar a su enemigo —el papel—, se ha retirado de espaldas hasta que ha alcanzado la puerta de su cuarto de juegos.

El chiquillo no es vengativo y olvidarĆ” pronto el desprecio de esta noche. Pero si los desaires se repiten con frecuencia, no pidĆ”is al chico que os tenga al corriente de sus incidencias deportivas, ni mucho menos de las pequeƱas curiosidades que, desde hace algĆŗn tiempo, intrigan en su imaginación. ā€œ

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