COMPAÑEROS, DEBATAMOS SOBRE PROGRAMACIONES.

El Jamelgo-
Desde la “Comunidad de la Cosa”- de los colectivos menos corporativistas y más politizados del orbe – deberíamos empezar a ponernos las pilas para mejorar el “asunto” desde dentro y no esperar a que nos llueva cual maná celestial del despacho del político de turno – que son efímeros, tanto o más, como el dedazo que los coloca en su poltrona -. Proponer, decir, medir, probar, argumentar, conectar, recomendar y pelear… ante obedecer, someterse o temer.
Esto viene porque empieza el baile del 18/19 al que estamos todos invitados; y la primera pieza la bailamos con una de las más feas: las programaciones. Pantagruélicos ejemplos de la nada, cometiempos vacuos y apenas útiles dados los niveles de complejidad que han alcanzado (posiblemente más que muchos másteres de los que ellos -los de la poltrona- presumen).
Una programación en una asignatura es, evidentemente, necesaria; y es fundamental que sea sencilla, inteligible, abierta y amoldable; con objetivos pocos y claros, con puertas y ventanas abiertas para acoplarla a cómo están los alumnos en cada momento; con la suficiente claridad para darte la posibilidad de hacerla pública (o una parte de ella) a padres y estudiantes, y que la entiendan y les sirva a ellos también como una herramienta de aprendizaje más. Quizá sea simplificar demasiado el tema -y puede que me lluevan a diestro y a siniestro; no pasa nada, estamos acostumbrados y las espaldas son anchas -, pero yo prefiero algo tan sencillo como unos ¿qué enseño?, ¿cómo lo enseño?, ¿cuándo lo enseño?; y para ellos (los cachorros) unos ¿qué aprendo?, ¿cómo lo aplico?
Bien aplicados, me sobra.

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